El
haber hecho terapia personal me ha permitido ahondar en el sentido (¿qué?), en
la importancia (¿por qué?) y la necesidad (¿para qué?) que lleva a las personas
a hacer un proceso terapéutico.
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Siento que la terapia no es un lujo
sino una “necesidad” que se despierta por la propia sucesión rítmica que la
vida nos propone a cada ser humano. Las crisis y los cambios son simplemente un
hecho irrefutable, y como las estaciones cambian y el sol sale cada día, las
personas estamos en constante cambio.
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Cuando uno hace terapia no es lo mismo
llegar a ella cuando ya no nos queda más remedio, que por la importancia que le
damos a investigar, ahondar y reflexionar acerca de las necesidades que se
despiertan en nuestro propio encuentro personal con los demás, la vida y
nosotros mismos, en continuo cambio.
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Ese encuentro deliberado y consciente
al que la persona acude a hacer cambios personales se da dentro de un contexto
y una relación terapéutica, donde la persona dirige su atención hacia sí misma,
el problema, sobre sus relaciones y su vida. Es un encuentro buscado de manera
más o menos intencional donde se dan multitud de sintonías, contactos y
ejercicios, pero todos con una misma
actitud central, el “encuentro profundo en relación”.
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Eso no quiere decir, que el cambio solo
provenga de ese encuentro deliberado. Es necesario generalizar lo aprendido en
la actividad diaria del paciente, siendo necesario un hacer atento y en el
presente, en el lugar donde se producen las dificultades, en el día a día.
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Es necesario los siguientes aspectos a
tener en cuenta: reconocer la necesidad y el derecho a iniciar un proceso
terapéutico, donde solucionar los problemas actuales y/o el des-cubrimiento
personal (el descubrimiento puede formar parte natural de un tiempo dedicado
para mi), el encuentro terapéutico requiere un tiempo y un espacio de
dedicación (es importante para la efectividad el dedicar atención, tiempo y
energía al proceso terapéutico) y, un querer aprender, vivir y mostrar las
latitudes del cambio (ir explorando, investigando los modos personales en que
actuamos, sentimos y pensamos, practicar los descubrimientos y disfrutar de
ellos, hablar del proceso y posibilitar que se den los cambios en el día a día,
y conceder importancia, como algo irrenunciable a lo que se tiene derecho, al
mero hecho de iniciar un proceso terapéutico)
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