lunes, 12 de marzo de 2012

HACER PSICOTERAPIA

El haber hecho terapia personal me ha permitido ahondar en el sentido (¿qué?), en la importancia (¿por qué?) y la necesidad (¿para qué?) que lleva a las personas a hacer un proceso terapéutico.

-           Siento que la terapia no es un lujo sino una “necesidad” que se despierta por la propia sucesión rítmica que la vida nos propone a cada ser humano. Las crisis y los cambios son simplemente un hecho irrefutable, y como las estaciones cambian y el sol sale cada día, las personas estamos en constante cambio.
-           Cuando uno hace terapia no es lo mismo llegar a ella cuando ya no nos queda más remedio, que por la importancia que le damos a investigar, ahondar y reflexionar acerca de las necesidades que se despiertan en nuestro propio encuentro personal con los demás, la vida y nosotros mismos, en continuo cambio.
-           Ese encuentro deliberado y consciente al que la persona acude a hacer cambios personales se da dentro de un contexto y una relación terapéutica, donde la persona dirige su atención hacia sí misma, el problema, sobre sus relaciones y su vida. Es un encuentro buscado de manera más o menos intencional donde se dan multitud de sintonías, contactos y ejercicios, pero  todos con una misma actitud central, el “encuentro profundo en relación”.
-           Eso no quiere decir, que el cambio solo provenga de ese encuentro deliberado. Es necesario generalizar lo aprendido en la actividad diaria del paciente, siendo necesario un hacer atento y en el presente, en el lugar donde se producen las dificultades, en el día a día.
-           Es necesario los siguientes aspectos a tener en cuenta: reconocer la necesidad y el derecho a iniciar un proceso terapéutico, donde solucionar los problemas actuales y/o el des-cubrimiento personal (el descubrimiento puede formar parte natural de un tiempo dedicado para mi), el encuentro terapéutico requiere un tiempo y un espacio de dedicación (es importante para la efectividad el dedicar atención, tiempo y energía al proceso terapéutico) y, un querer aprender, vivir y mostrar las latitudes del cambio (ir explorando, investigando los modos personales en que actuamos, sentimos y pensamos, practicar los descubrimientos y disfrutar de ellos, hablar del proceso y posibilitar que se den los cambios en el día a día, y conceder importancia, como algo irrenunciable a lo que se tiene derecho, al mero hecho de iniciar un proceso terapéutico) 

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