domingo, 8 de julio de 2012

EL LENGUAJE DE LAS CARICIAS de Alex rovira

El lenguaje de las caricias
Alex Rovira Celma

No es sólo un placer; acariciar y ser acariciado es también una necesidad para nuestro bienestar, equilibrio y desarrollo. Las caricias son un lenguaje rico y sofisticado. Un extraordinario código de comunicación tan elocuente o más que las palabras, ya que nos permiten acercarnos al otro y crecer en la expresión del amor.

Hay caricias que consuelan y las hay que alientan. Otras alivian, algunas reconocen, las hay que desatan el deseo. Hay caricias vestidas de pasión y las hay con sabor de amistad y ternura. Las caricias expresan un rango amplísimo de significados: gratitud, compasión, esperanza, reconciliación, complicidad, perdón... Porque nacen tanto del instinto más arcaico que busca el contacto con el otro para saberse protegido, como de la expresión de la conciencia más elevada y entregada al otro.

Precisamente porque en la caricia convive lo animal y lo humano, nos recuerda que somos piel, que somos materia, pero también nos abre la puerta a momentos de trascendencia. Quizá por ello, decía Paul Valéry que lo más profundo que tenemos es la piel: el recuerdo de los mimos y arrullos de la madre, de los abrazos del padre, de los besos y caricias del ser amado, el tacto de la piel de nuestros hijos forma parte de las memorias más valiosas que nos acompañan. También la caricia que nos brinda la Naturaleza: el tacto de la tierra, los pies sobre la hierba, la caricia del agua, el manto del cachorro, los pasos en la arena, nos relajan, despiertan la paz interior y la alegría porque nos remiten a lo esencial.

Cuando es sincera y deseada, la caricia transforma. En el juego amoroso y en la lujuria desatada nos transporta al movimiento, al ardor, al entrelazamiento, al clímax y a la relajación dichosa. En la ternura, nos conmueve y emociona. En la amistad, nos une y nos hace cómplices. Incluso la paz y la buena voluntad se manifiestan en el encuentro de dos manos que se enlazan en el tacto de la caricia. También en el dolor y durante el duelo, el mimo y el abrazo del ser amado hacen soportable la pérdida porque apuntalan el alma herida. Las caricias abren además la puerta a la conciencia de nuestro cuerpo. ¿Conocemos los matices y el infinito espectro de sensaciones que puede despertar la caricia del ser amado? ¿Conocemos en detalle la piel de nuestra pareja, del ser querido o deseado con el que nos sumergimos en contacto íntimo? Más bien no. En general conocemos poco nuestro cuerpo, y aún menos el del ser amado. En él existe un universo que jamás acabaremos de explorar, porque el tiempo, además, aporta nuevas dimensiones y sensaciones que matizan y amplían continuamente la experiencia de reconocimiento del cuerpo de la persona amada.

Frente a la comunicación a distancia y a la sobresaturación de estímulos disponemos de caricias, tacto, contacto y ternura. Muestras de afecto en el cuerpo a cuerpo en lugar de tanto teléfono móvil, Internet, televisión. Quizás hoy, buena parte de los problemas de salud psicológica y física que estamos viviendo en una sociedad cada vez más estresada y bulímica son gritos desesperados de nuestros cuerpos que, llevados por una inteligencia arcaica, esencial y profunda, reclaman ver satisfecha su necesidad de encuentro íntimo con el otro. Una intimidad que no es sólo o necesariamente encuentro sexual, sino, ante todo, necesidad de encuentro sincero, de amor. ¿Y si, en lugar de atiborrarnos diariamente de banalidades, historias ajenas o pasatiempos de escaso valor emocional e intelectual, nos sumergiéramos en los matices de la caricia? Sin duda, el mal humor, la depresión, la angustia, e incluso la tristeza, descenderían drásticamente. "Haz el amor y no la guerra", rezaba el eslogan pacifista, y no estaría de más retomarlo.

Porque acariciarnos estimula las endorfinas que nos hacen más soportable el dolor, amén de aportarnos una profunda sensación de bienestar. Si crecemos en ausencia de contactos afectuosos, nuestros cerebros tenderán a tolerar poco el estrés, la ansiedad y el dolor. Es el significado que acompaña a la caricia, el deseo de abrir la puerta al placer, lo que hace que el vello se erice, que el escalofrío surja y la emoción se despliegue.

Una caricia puede llegar a ser el único medio para expresar lo innombrable. Porque la caricia ya habla incluso antes de manifestarse. Está ya presente en su intención. Como lo expresó Mario Benedetti: "Como aventura y enigma / la caricia empieza antes / de convertirse en caricia". Luego, la invitación a la que llegamos es simple: podemos incluir en el espectro de nuestro lenguaje con nuestros afectos el gesto amable, conciliador y tierno de las caricias. Podemos elegir incluir en nuestro alfabeto comunicativo y en nuestra dieta emocional una saludable dosis de ternura a través de la piel. ¿Cómo realizarlo, cómo podemos comunicarnos mejor con los que amamos? La respuesta, tal cual, está en nuestras manos.

CARICIAS Y SALUD

Caricias y salud (Asociación Educar)

imagen Las caricias aparecen estrechamente ligadas a una gran cantidad de comportamientos humanos como así también en el resto de los animales. Como la vida en general no es nunca un hecho solitario (salvo excepciones) sino un hecho gregario, por lo que ningún sistema vivo puede substituir sin implementar la influencia física de sus pares.
Y sin lugar a dudas las caricias ocupan una parte muy importante en este tipo de influencia.
Las caricias movilizan señales eléctricas que a su vez activan la liberación de sustancias químicas que participan activamente en la maduración del sistema nervioso, el crecimiento del organismo, la actividad del sistema inmune, los comportamientos emocionales y los estados de tensión o relajación de la musculatura.
Los especialistas en conducta animal indican que las caricias tranquilizan naturalmente a todos aquellos de vida comunitaria, especialmente a los mas jóvenes o enfermos. Esta observación es común en caninos, felinos, herbívoros, monos y primates.
Un hecho particular que se puede observar, es en la crianza artificial de terneros, esta demostrado que si la tarea de alimentación y otros cuidados están en manos de mujeres vegetarianas, se facilita el crecimiento y se reducen los índices de enfermedades.
También en los niños que nacen con enfermedades que comprometen su ciclo madurativo, se indican a las caricias como una parte importante de la terapéutica a seguir. En los niños carentes de afecto se observan trastornos en su maduración como defectos inmunológicos que en muchos casos pueden ser causa de su muerte.
La piel no nos aísla del medio ambiente que nos rodea, sino que es el medio por el cual nos comunicamos con el. Los receptores táctiles que en ella se hallan son la entrada de los efectos beneficiosos que producen las caricias.
Para poder entender que pasaría con las funciones cerebrales si la piel no fuera percibida como un elemento aislante del mundo exterior, el profesor David Horrobin, realizo la siguiente experiencia.
En ella, sumergía a un grupo de voluntarios a los que explicaba el motivo de dicho experimento, en un baño de aceite hasta el cuello, a 37° y en la oscuridad total. En estas condiciones experimentales pudo observar que la actividad cerebral de las personas estudiadas se mostraba ya a los pocos minutos muy perturbada.
Estos mismos resultados se volvieron a obtener, cuando el experimento se repitió en voluntarios que desconocían totalmente la razón por la cual intervenían en esta prueba. Por lo cual se pudo advertir claramente, que tanto los cerebros de las personas estudiadas en la primera prueba, en donde sabían el motivo de la misma, como los cerebros de los de la  segunda, que desconocían los motivos,   reaccionaron de la misma forma ante el efecto de percibir la sensación de ausencia de piel que producía el experimento.
El sentido del tacto, que es el de mayor distribución corporal ocupa una posición jerárquica intermedia entre el ojo y el oído.
Desde hace mucho tiempo se conoce que el estrés crónico actúa disminuyendo la capacidad del organismo para reaccionar ante la agresión de bacterias, virus, hongos, parásitos o toxinas con sus propias armas defensivas. Durante este proceso de defensa se produce una constante comunicación mutua entre el cerebro y el sistema inmunitario.
Las influencias ambientales, sin lugar a dudas inciden sobre el funcionamiento del sistema inmune y este a su vez a través de mediadores químicos se comunica con el cerebro, mientras que este a través de sus neurotransmisores se relaciona con las células encargadas de la respuesta inmune.
Un ejemplo es el caso de la adrenalina, que puede actuar sobre el linfocito T, (encargado de la inmunidad celular) limitando su capacidad defensiva ante una posible infección.
Esto por supuesto solo ocurre ante estados de stress crónico y no en el caso del stress agudo.
En cambio otros neurotransmisores actúan en sentido contrario tales como las encefalinas y endorfinas que favorecen la actividad del sistema inmunitario.
imagenPor lo tanto las caricias que son un factor conocido como facilitador de la liberación de estas sustancias contribuyen indirectamente a un refuerzo de las defensas orgánicas.
Al actuar desde el exterior las caricias inducen a un estado de relajación corporal, que luego se traslada a la química cerebral y de aquí al sistema inmune. Así se consigue consolidar desde el nacimiento una vía para la comunicación entre el exterior y el interior del cuerpo.
Y por esto las caricias entre los seres humanos, deberían ser una sana costumbre que se tendría que mantener durante toda la vida pues favorece a la UCCM (unidad cuerpo cerebro mente), tanto de quien las da como de quien las recibe.