jueves, 12 de diciembre de 2013

INEVITABLEMENTE NO ESTAMOS SOLOS, nos NECESITAMOS






La actividad más constante del ser humano en proceso de desarrollo es el estar en contacto (con los demás, consigo mismo, con el mundo).

Esta actividad es una experiencia fundamentalmente motivadora del comportamiento humano. No sólo es gratificante, sino necesaria.

La “caricia psicológica” es la unidad más básica de la comunicación humana. Es definida como toda comunicación que implica un “mensaje verbal o no verbal de carácter intencionado y comprometido que deja entrever que yo me doy cuenta de que tú estás ahí”. A través de ella hacemos saber a otra persona que nos hemos percatado de su presencia.

Somos concebidos y nacemos dentro de una matriz de relaciones, y vivimos toda la vida en un mundo que está poblado, de un modo inevitable y constante, por otros seres humanos y movimientos (inevitabilidad del CONTACTO): tanto externamente (la mayor parte del tiempo) como internamente (todo el tiempo), en forma de fantasías, de expectativas y de recuerdos. SER HUMANO ES ESTAR EN RELACIÓN CON LOS DEMÁS.

Podríamos decir que el órgano fundamental del contacto es la PIEL, sin embargo, la manera de captar, recibir y asimilar el mundo de fuera hacia dentro de uno mismo, es a través de los sentidos. Y la manera de ir de uno mismo y expresarse en el mundo, es a través de nuestra presencia entrando en contacto.

Sin embargo, es fácil pensar que ese contacto no es siempre superficial cuando hablamos de seres humanos. Al hablar de caricias, añadimos al simple roce de una piel con otra piel, la capacidad de que el contacto no sólo es mero roce sino que alcanza a lo profundo. Tocar es con-tactar con el otro, y con ello, dar significado a la acción de acariciar tocar, mecer, abrazar, rozar, sostener, proteger, apartar, hacer daño, desamparar, abandonar, descuidar, etc).

Los significados pueden ser infinitos: mostrar cariño, dar protección, sentir candidez, fricción o reyerta, apreciar manoseo, manipulación, familiaridad, disputa, ...

Desde que somos pequeños venimos al mundo incompletos, moldeables y con capacidad de crecer adaptándonos. Nuestra vida a través del contacto se fundamenta en dejar entrar el alimento (aire, comida y caricias), el calor (cuidados, reconocimientos, ...) y el apoyo (sostén, seguridad, ...) que necesitamos, al mismo tiempo que soltamos y desechamos lo que no necesitamos. En este proceso de ida y vuelta, crecemos y aprendemos a intercambiar caricias.

El hombre es un ser con hambre de caricias y para mantener el equilibrio y el desarrollo, es decir la salud, necesita intercambiar con el entorno energía, emociones, pensamientos, reconocimiento e información. La mayoría de ellas se satisfacen en el trato y en la interacción. Unas veces por contagio, otras por imitación, experiencia adquirida o calibración con el entorno físico, sociofamiliar o cultural, asimilando y adaptándonos, dependiendo de nuestra evolución, las habilidades desarrolladas y, las posibilidades y disponibilidad del ambiente.

Así, de esta manera simple (Fig) nuestras necesidades van siendo satisfechas (encajan como un puzzle) y vamos desarrollando el potencial psicogenético que traemos.

El CONTACTO es el lugar desde donde el yo se va emancipando gradualmente, desde el primer contacto en el útero. El vientre materno es el lugar primigenio que nos sostiene, que define nuestra ubicación y respeta nuestro espacio. Cualquier déficit de lugar o el rechazo de las personas que nos cuidan a lo largo de nuestra vida (incluidos de mayores nosotros mismos), provocan en nuestra vida el deseo de pertenecer a algún sitio y la desconexión o huída de este mundo.

A través del contacto, nos alimentamos y captamos el calor que nos es necesario para sobrevivir. Primero a través del cordón umbilical, luego en nuestras relaciones personales, recibimos el alimento amoroso que nos ayudará a estar completos, satisfechos y felices de sentimientos. Si ese alimento no llega en el momento, la cantidad y la forma adecuada, nos sentiremos huecos por dentro, vacíos. Puede que ilimitables o insaciables, enojados o insatisfechos, desesperados por una alimentación alternativa.

De la misma manera, los primeros contactos y toda la vida cuando nuestra madre nos tiene en brazos, son el lugar idóneo para tener la sensación de fondo y de suelo: el sostén. Todos necesitamos en algún momento sentirnos sustentados y apoyados, para asegurar y afirmar que estamos vivos y somos alguien para los demás. Cualquier déficit en esta necesidad nos lleva a sentirnos inseguros, tener el deseo de que nuestra vida tenga fundamento, poco equilibrio e inestabilidad.
Cuando somos pequeños (blanditos y frágiles) o nos sentimos vulnerables e indefensos ante los peligros de las fuerzas externas e incluso frente a nuestros peores miedos, el contacto adecuado nos protege del peligro, nos amortigua de la influencia externa y nos ampara para encontrar un refugio. Sabemos que cualquier déficit de protección nos deja en la indefensión, en la impotencia, temerosos y vulnerables al peligro.

Desarrollamos ante ese déficit una sensibilidad extrema al dolor (“no quiero volver a verlo, me duele en el alma cada vez que lo veo”) y/o una penetrabilidad exagerada ante cualquier acontecimiento (“yo lo que quiero es que las cosas no me afecten tanto”).

Definitivamente, es en el contacto donde nuestros límites quedan desnudos al efecto del mundo exterior. Es en la frontera (física, emocional, psicológica, ...) donde experimentamos el encuentro con los demás y donde se desvela la necesidad de afecto genuino con la que aprendemos a sentirnos acogidos y aceptados. Creceremos como adultos espontáneos, sanos y sabiendo manejar los límites/frontera/lugar-de-encuentro que nos acercan desde el respeto a los demás, sin buscar la destrucción o la autoinmolación. Si hemos recibido fronteras afectuosas y sanas, probablemente tendremos satisfechas nuestras necesidades básicas, estaremos saciados, sabremos manejar nuestro poder de forma responsable. Pero si esto no ocurre, aparecerán la omnipotencia, la impotencia, la confusión entre la fantasía y la realidad sintiendo que la vida no encaja o tiene sentido, el apetito ilimitado, la ansiedad, los comportamientos rígidos, la crispación y el conformismo derivados de los intentos del yo de crecer a través del contacto de forma adecuada.

En el TRATO vamos compartiendo nuestras necesidades con las ajenas que provienen de los demás. Y así paso a paso, vamos desarrollándonos en relación con los demás, con el mundo y con nosotros mismos en el intercambio de caricias.

Para el hambre de caricias las relaciones son procesos, no productos acabados y perfectos. Nuestra identidad crece con cada intercambio de caricias. Escalón tras escalón, las necesidades de pensar, sentir, entrar en contacto, tener sensaciones y reconocimiento, las acciones van convirtiéndose en una expresión profunda de nuestra identidad.

Así, y sólo así, el contacto es el espacio desde el que somos quienes somos, seres en relación e inevitablemente no estamos solos.

martes, 10 de diciembre de 2013

PERO, ¿QUIÉN SOY?

PERO, ¿QUIÉN SOY?

Mi arquitectura mental está construida en pilares argumentales, en sistemas de creencias y pensamientos acerca de mi, de los demás y de la realidad, dónde puedo darme cuenta de que soy y he sido lo que los otros han querido que sea y he elegido aceptar o contradecir; soy la imagen que yo creo que los otros tienen de mi o justamente lo contrario.

Si cuestiono todo eso he de hacerme la primera pregunta importante... ¿Quién soy? Y “todo esto" conforma una historia personal con un argumento que me he contado muchas veces y que he reafirmado frente a los demás y el mundo en reiteradas ocasiones.

Yo siempre he creído que soy una persona graciosa, buena, el amigo ideal, el renegón y fastidioso, que no se emociona por nada porque eso es debilidad, que el mundo está irremediablemente enfermo, que la vida es un mar de lágrimas, que mis padres son extremadamente absurdos,etc.

En la apertura hacia ese lenguaje que "me posee" y con el que "me identifico" comenzaría a objetar la enorme cantidad de ideas erróneas que dirigen mi vida y tendría que ir desembarazándome de ellas. Pero entonces: ¿Qué quedaría, nada?. Ese "Vacío fértil o angustioso", esa hoja en blanco en la que podemos empezar a escribir nuestro propio discurso es el abismo o el nuevo horizonte, da miedo o invita al atrevimiento. Buena pregunta.

Cuando la persona va aprendiendo a ser más consciente de sí misma, va descubriendo estos procesos, va descubriendo que ella no es el cuerpo, que ella no es las emociones agradables o desagradables que surgen en un momento dado, y que ni siquiera es las ideas buenas o malas que pueda tener. Simplemente es alguien capaz de sentir, pensar y darse cuenta. Todo eso es un proceso que está en constante transformación, un proceso del que yo voy aprendiendo a ser testigo. Antonio Blay, dice: “esta frontera va cambiando, y cada vez mi noción de yo va retrayéndose más, acercándose más al centro y liberando la periferia. Llega un momento en que uno se da cuenta en que la distinción entre exterior e interior es una distinción completamente relativa que depende del nivel de funcionamiento de la conciencia, que no se basa en ninguna realidad intrínseca, sino en mi modo de ser consciente, en mi modo de querer, en mi modo de atribuir un valor u otro”.

Todo ser humano en contacto consigo mismo, con la realidad y los demás configura una manera de ser más auténtica, espontánea y genuina, adaptada a las propias necesidades y en función de la realidad que le circunda en el momento que entiende y hace realidad la posibilidad de ser sin la obligación de tener que ser.

Es justo en esa conciencia donde desconfiguro y reintegro el conflicto interno entre lo que siempre he sido y lo que desearía ser. La persona se encuentra roto y fracturado entre las cosas que cree que es (condiciones externas que nos condicionan a ser de una manera determinada: “el buen hijo que es como sus padres quieren que sea o el mal hijo que es lo que sus padres nunca hubieran querido que fuera”) y aquellas que ha de controlar procedentes del interior, que no están permitidas, entonces no tiene más remedio que utilizar la mente como mecanismo regulador de estas exigencias contradictorias que son las posibilidades de fuera y las posibilidades de dentro.

La persona vive entre dos fuerzas: lo que le gustaría ser, pero que no puedo porque es peligroso, porque despertaría la protesta, las iras o la crítica, y lo que le piden que sea, o lo que no se atreve a ser o considera que es un esfuerzo excesivo o teme porque no conoce. Y como ha de estar de alguna manera vigilando, controlando, ordenando lo de dentro y lo de fuera, la mente cumple entonces esta función reguladora que necesita la identidad para sentirse "como siempre ha sido" y vivir lo que puedo llegar a ser "como peligroso o como un sueño".

Pero aquí ocurre que la mente, debido a este conflicto, pasa a ocupar un lugar primordial, porque para mí esa necesidad de controlar es una exigencia constante. Constantemente he de estar vigilando que no diga nada que no esté bien, que no haga nada que no esté bien, cómo aprovechar las situaciones, cómo he de actuar en este momento y qué debo hacer cuando estoy con el otro. La mente adquiere la prioridad y uno, sin darse cuenta, va trasladando todo su modo de vida a la mente. Es de esta manera, como la mente se ha colocado en la mayoría de “ideales” culturales, sociales, personales, ... en el órgano central, en la “panacea”, en el “elixir” del ser humano actual.

Sin embargo, esa mente no funciona de un modo correcto, no se utiliza adecuadamente; porque la función de la mente es el percibir las cosas tal como son, pero, como yo estoy metido en este conflicto, entre lo que deseo (el Estado Niño) y lo que puedo o no puedo, lo que debo y lo que no debo (el Estado Padre), entonces la mente se pone al servicio de este conflicto personal, de este problema que tengo planteado, y ya no funciona con objetividad. Entonces, esa mente ya no es la mente en su función más idónea, sino que efectúa una función netamente egocéntrica. Ya no es la mente objetiva, es la mente al servicio de uno mismo, de las necesidades personales, de los problemas personales, de los conflictos internos, del propio Marco de Referencia, del Guión Argumental con el que me cuento la vida propia, la de los demás y la del mundo.

Por eso, porque la mente deja de efectuar su función de reflejo objetivo, deja de reflejar la realidad en sí; de ahí, que yo tenga que estar constantemente viviéndolo todo en la mente, de ahí, que yo me vaya separando más y más de lo que es mi espontaneidad, mi sentimiento auténtico, mis necesidades profundas, que me sitúe más y más solamente en la idea, si esto se puede o no se puede, si esto es correcto o no es correcto.

Así, hago catálogos constantes de lo que está bien o mal “para mí, para mi argumento vital”, me paso la vida interpretando ese exterior, aquello me es útil o no me es útil, me sirve o no me sirve, me ayuda o me es perjudicial. Dejo de establecer el contacto interno, viviente y directo. Dejo de tener una sintonía con lo que está vivo dentro de la persona; dejo de percibir lo real y empiezo a confundir mi realidad profunda en tanto que ser humano con mi identidad simplemente porque "yo soy así". Pero: ¿quién soy?

viernes, 6 de diciembre de 2013

Yo soy Yo y Tu eres Tu, me entusiasma que Tu también existas y estemos juntos hoy aquí, coexistiendo

Yo soy Yo y Tu eres Tu, me entusiasma que Tu también existas y estemos juntos hoy aquí, coexistiendo

Sentirnos comprendidos y en contacto implica más que el mero hecho de que alguien conozca el significado lógico y racional de nuestras respuestas. Implica que sepan cómo nos sentimos, que sensaciones se abren, que fantasías aparecen y que percibamos que resuenan con ello.

Más allá de una simple simpatía, e incluso, un momento de empatía, la SINTONÍA es un contacto pleno, complementario y sano, que posibilita la armonización de nuestras hambres más insatisfechas en plena sincronía a nuestro momento evolutivo y personal.

Me gusta saber que la relación terapéutica es como un acompañar al otro con respeto y sin forzar, un poder acariciar al otro haciéndole llegar un “¡QUÉ BUENO ES QUE EXISTAS!”.

Jesús Cuadra utiliza una metáfora que desde que la aprendí, la suelo usar en terapia. Describía la validación y la sintonía como un proceso de acompañamiento donde el paciente va siempre un paso por delante al terapeuta y donde éste pueda sentir su presencia cercana, motivante, inspiradora, ... como cuando se está encima de una tabla de surf. Si el paciente está en lo alto de la ola, la mejor manera de sintonizar es montarnos en la tabla con él.

Validar es dar valor y fuerza a la presencia de los demás, al hecho mismo de que han llegado a las insatisfacciones y los placeres de su vida, no por casualidad. Si la terapia es un proceso de caricias a las que el paciente no está acostumbrado y además necesita en lo más profundo de su ser, la valoración es el gesto que testifica amorosa y respetuosamente que tu eres importante para mi al mismo tiempo que yo soy importante para mi.

Este amor respetuoso se alimenta en la relación terapéutica. Nace de poder ver al otro como una persona, y para poder apreciarlo en todas sus dimensiones hay que percibirlo desde nuestro propio Yo, respetuoso de Sí mismo, autentificado en el otro respetuosa y amorosamente.

Amorosa y respetuosamente son palabras muy comprometedoras, pues implican la responsabilidad de involucrarse con el otro que nos está invitando a entrar a su casa, a su vida y bajo sus condiciones.

Por lo tanto, el terapeuta necesita ir preparado con sabiduría para lo que es válido y lo que no es válido en la terapia, sin dejar de comprender profundamente lo que es valioso para el paciente y para sí mismo.

Y es desde esta nueva mirada (yo soy valioso, tu eres valioso y nuestro encuentro es valioso), que llegamos a una nueva dimensión de la relación saludable en donde el sufrimiento, las ansiedades, los fracasos, los sueños, anhelos, miedos, frustraciones... son reconocidos, acogidos, valorados, ... generando la confianza en los propios recursos internos para crecer y desplegar las alas para encontrar nuevos caminos.

Aquí es donde con amorosa presencia, el terapeuta hace llegar su compañía más que su manipulación, su intuición comprobada y compartida más que su poder sobre los demás, despejando sus intenciones y poniendo a la misma altura las necesidades del que consulta, teniendo fe en sus capacidades, creando oportunidades de encender los motores de las vivencias de apoyo, frustración, permanencia, determinación y de expresión espontánea y auténtica, para ir recorriendo el camino desde la dependencia hasta la colaboración o interdependencia sana y aprendiendo a navegar en distintos mares donde ambos dirigen sus propios barcos exitosamente.

Al ser el amor recíproco y compartido el germen del reconocimiento mutuo, es provechoso y rentable no sólo para el que recibe sino también para el que da, entonces se genera un proceso de desarrollo mutuo donde está permitido vivir el riesgo de ser tierno, alegre, y al mismo tiempo determinante, energético y displaciente. Todo ello compartido por un permiso de profunda vinculación con el otro y contagiando al otro de nuestra admiración, aprecio, consideración y dignidad como persona y al mismo tiempo poder.

La conclusión a la que nos lleva inevitablemente la sintonía compartida o la actitud sintónica de la relación terapéutica, y las relaciones en general es: el ENCUENTRO HUMANO puede ser siempre una invitación a celebrar las diferencias y poder decir sin tapujos, “Yo soy Yo y Tu eres Tu, me entusiasma que Tu también existas y estemos juntos hoy aquí, coexistiendo”.

jueves, 5 de diciembre de 2013

UNA NUEVA ESPECIE HUMANA POR LLEGAR (Therese Brosse, 1982)

"Se gesta el advenimiento de una nueva especie humana"

  • Thérèse Brosse, divulgadora del holismo, presentó en Madrid su obra 'Conciencia-energía'
La doctora cardióloga Thérése Brosse, una joven y vital octogenaria, presentó en Madrid su obra Conciencia-energía, en la que se recogen las bases científicas de una reciente y vanguardista ciencia, el holismo, que considera al hombre en su totalidad. Esta investigadora es una de las pioneras del último paradigma admitido en la ciencia actual: la existencia de una conciencia universal, de naturaleza energética, por encima de los dos niveles hasta ahora considerados como únicos constituyentes del ser humano (el psíquico y el fisiológico). Brosse habla de los descubrimientos en el campo de la microfísica como evidencia irrefutable de esta teoría.
Pregunta. ¿Por qué se interesó en un dominio tan controvertido, considerado incluso metafísico, como el de la conciencia?Respuesta. Todo comenzó en 1934, cuando era jefa de Cardiología Clínica en la facultad de Medicina de París, en donde realizaba registros eléctricos de anomalías del aparato circulatorio. Allí pude observar que una actividad mental simple originaba una regularización cardiovascular, mientras que si el paciente era conmovido por el miedo a no realizar una tarea más difícil, los desórdenes se acentuaban. Sabiendo que las emociones venían del diencéfalo y que el estado intelectual estaba en relación con la corteza-cerebral, era evidente que la puesta en juego, desde el punto de vista estructural evolutivo, regulaba automáticamente y, sin ningún esfuerzo otro inferior (el diencéfalo en este caso). Fue entonces cuando me planteé si no habría un tercer nivel que regulase al intelectual o mental y, por ende, al resto. Esta inquietud fue parcialmente calmada cuando, en tres misiones científicas a la India, efectué registros en los yoguis Y aprecié que ellos trascendían de la dualidad psicosomática: había, pues, un tercer nivel, puramente energético, conocido no sólo hace 7.000 años por los vedas, sino también por los físicos. La conciencia pasó a ser, a partir de ese momento, objeto de mis investigaciones.
"La conciencia es uvacío cuántico"
P. ¿Quiere decir que la física tiene puntos en común con la filosofía oriental?
R. Efectivamente. La conciencia no es más que un vacío cuántico. El físico suizo Lawrence Domash, por ejemplo, afirma que la conciencia pura es la última esencia del universo, comprendido el universo físico. En realidad, la evolución de la ciencia ha descubierto la conciencia gracias a sus experimentos sobre la materia: los resultados de la física cuántica, relativa a ondas y partículas, es exactamente lo mismo que experimentan los místicos en su vida interior. La investigación sobre la naturaleza de partículas menores a los cuantas, descubiertos por Planck, presuponen divisiones cada vez mayores, hasta llegar al dominio de lo universal. En este sentido, el físico Stephan Lupasco ha definido un sistema energético microfísico, que se encuentra en todos los demás sistemas, en todas partes, jugando un papel de catalizador y de, origen mismo del resto de los niveles. Si a ello se añade el hecho de que el estado cuántico de la materia es también tributario de la conciencia del observador, que todo en el mundo es energía y la equivalencia entre materia y energía (ya postulada por Einstein), nos encontramos con un nivel energético supremo y universal. La conciencia, así, ha sido expresada en el lenguaje de las matemáticas como un operador y, en términos cuánticos, como una función de onda. Para la tradición oriental tántrica, en cambio, es una fuerza eterna, que se expresa tanto en el hombre como en el universo; una energía consciente, ya que la conciencia es energía.
P. Pero si la conciencia es energía y es universal, ¿dónde se localiza en el ser humano?
R. El neurofisiólogo, norteamericano Pribran, de la Universidad de Stanfórd, investigando sobre la localización de la memoria en el cerebro, descubrió que no la había, sino que se trataba de una serie de ruedas energéticas, entremezcladas entre sí, portadoras de la información general, que se encontraban en el cerebro, en un campo energético que no tenía límites. Así, llegó a la conclusión de que la conciencia es un holograma, o sea, un dominio o un campo de potenciación y de frecuencia, que está por debajo de un universo concreto. Curiosamente, un premio Nobel de Física, el británico David Bhon, afirma que también universo es holográfico y que origina una serie de imágenes concretas a través de fluctuaciones energéticas. La unión de ambas concepciones holográficas implica, pues, todas las posibilidades energéticas. Por tanto, no importa la localización orgánica de la conciencia, ya que, al tratarse de un holograma, todos los puntos contienen información de la totalidad: lanzando un rayo láser a un punto determinado del cerebro se encuentra información completa.
"El cuerpo contiene todos los niveles de conciencia"
P. ¿Qué papel juega el cuerpo en dichas manifestaciones energéticas y en el cosmos?
R. El papel del cuerpo es muy importante para el conocimiento de uno mismo, ya que él contiene la totalidad energética de todos los niveles de conciencia que, estando integrados, repercuten los unos sobre los otros: el sistema macrofísico, con los elementos constitutivos de nuestra materia; el sistema biológico de nuestro dinamismo vivo; el sistema psíquico de nuestras emociones y de nuestro intelecto y, por encima de todo, el sistema microfísico de nuestra universalidad y nuestras potencialidades evolutivas (la conciencia). Así, el despertar de la conciencia corporal entre los terapeutas de vanguardia es capital para nuestro período crucial de mutación, en el curso de la cual el descenso en nosotros de la energía cósmica bajo su forma supramental necesitará una transmutación biológica, que será la base de una nueva especie, cuyocuerpo tendrá capacidad para expresar y sentir su unidad con el cosmos y todos los seres que encierra. Algunos yoguis, por ejemplo, han llegado ya a ello: son capaces, mediante determinadas técnicas, de ir desligando la conciencia nivel por nivel, hasta reintegrarla en lo un¡versal y lo absoluto; son capaces de impedir las fluctuaciones mentales, y así la conciencia se encuentra en el estado propio (los fenómenos paranormales que ello conlleva no son nada del otro mundo). Este desligamiento, de los principios energéticos está de acuerdo con los descubrimientos científicos acerca de la cronaxis de subordinación en el sistema nervioso, donde cada nivel superior regulariza el inferior.
P. Al parecer, la energía biológica se expresa mediante vibraciones. Usted parte de "vibraciones generalizadas" como una manifestación óptima; ¿quiere decir que hay pasos sucesivos, zonas que liberar?
R. Exactamente. La materia es un ritmo; la sustancia (sólida, líquida o gaseosa) es una frecuencia, y la energía vibratoria es la energía de la existencia. Nuestra energía biológica se expresa mediante vibraciones rítmicas, que es posible recoger experimentalmente sobre la superficie del cuerpo, sobre todo en ciertas zonas. Estas modulaciones, que se han denominado ondas periódicas lentas, varían su morfología según el nivel de conciencia del cual emanan, ya que los niveles son jerárquicos: su ritmo es tanto más lento cuanto más elevado es el nivel.
P. ¿Qué trascendencia pueden tener sus investigaciones para las generaciones futuras?
R. Debido al hecho de la estrategia evolutiva de la filogénesis, así como de la ontogénesis, las generaciones nacen con una conciencia cuyo potencial de comprensión es superior al de la precedente; tanto más cuanto su medio social ya es más evolucionado, gracias, sobre todo, a que los métodos pedagógicos han sido liberados de una gran parte de los antiguos tabúes y que el cuerpo de sus progenitores habrá sufrido una transformación vibratoria favorable. Hoy día, que tendemos espontáneamente hacia lo universal, se hace posible, incluso deseable, retornar personalmente al sí mismo que está en nosotros para participar del trabajo en curso. Nuestra época evolutiva en Occidente tiene sed de universalidad. Esto es la consecuencia de un cambio evolutivo natural, del cual me siento partícipe, junto con otros muchos, científicos o no.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Miedo y ansiedad: maestros del centramiento


LA ANSIEDAD:
“Una llamada al Maestro del En-Centramiento”
Cuando un/a paciente acude a mi consulta porque la ansiedad ha aparecido en su vida, buscando como remedio acabar con ella y/o evitarla porque le ha tambaleado y vuelto del revés, siempre le recuerdo que ésta no ha llegado por casualidad y que será una de las mejores maestras que se habrá encontrado a lo largo de su existencia.
La ansiedad es la respuesta a una amenaza muy común a nuestra sociedad de hoy. Está relacionada con el estrés, el esfuerzo excesivo, la preocupación permanente, el sufrimiento físico y psíquico, la prisa, la competitividad, las arritmias y los cambios vertiginosos (sin adaptación) que amenazan el equilibrio de muchas personas. El esfuerzo, que no la fuerza natural, y el empuje, que no la pulsación auténtica del ser humano en lo más profundo, están llevando a más de un 15% de la población mundial, a encontrarse en el camino con la angustia y la inquietud.
La tensión que se produce por esta arritmia vital que es la ansiedad, está dándonos de bruces con la conciencia inmediata del miedo a perder el centro y el equilibrio vital. La ansiedad como síntoma a nuestro sistema biológico de alarma es la respuesta a la tensión asociada a “equilibrar” aparentemente lo que no está en estado natural de equilibrio.
La ansiedad nos recuerda con sus sensaciones que la vida se cae, que hemos perdido el centro y que ya no podemos con todo lo que hasta ahora creíamos poder. La saturación de responsabilidades, la falta de sintonía con nuestros estados internos o con la vida misma, y la conexión con los propios recursos o habilidades para responder de manera consciente, cercana, espontanea y ética a lo que no se puede abarcar, hacen saltar la alarma.
Y lo que defendemos con tanto ahínco, como es la “estabilidad” es la quietud y la petrificación de una vida que deseamos perdure y nos mantenga lo más cómodos posibles. Pero la estabilidad es el equilibrio al que se llega como respuesta entre fuerzas contrarias, entre partes en conflicto y como resultado de un cambio natural en homeóstasis continua entre los recursos internos y los cambios externos.
Cuando se empuja lo que nos sucede o nos empeñamos en ser una respuesta condicionadamente cómoda a las exigencias que hemos elegido o que se nos impone respondemos a la vida que fluye:
  1. 1)  buscando la perfección que no admite plasticidad, creatividad o divergencias;
  2. 2)  con la obligación de complacer a todos aunque no lo haga con placer o satisfacción buscando no caer mal a los demás por miedo a que nos abandonen sin darme cuenta que al primero que abandono es a mi mismo;
  3. 3)  tenazmente agarrados a la estrella ficticia de “hacerse el fuerte” dando a entender y convenciéndonos de que no necesitamos nada, dejando de sentir y olvidando pedir ayuda;
  4. 4)  y yendo arrítmicamente al propio ritmo como quien se deja arrastrar por todos los hilos a quien cede su capacidad de decisión 


    El resultado de este es-fuerzo automatizado al que llamo SEGUNDA PIEL (que ya forma parte de nosotros, nuestra aparente identidad y a la que sentimos como natural y habituada “es que yo soy así”) y que no es fuerza o puje auténtico, espontaneo y natural sino tensión y exigencia, es el DESEQUILIBRIO que viene acompañado de sensación de caída, peligro o alarma.
    La ansiedad está relacionada con algo angosto, estrecho y angustioso, al igual que con inquietud o sufrimiento. Con la presión excesiva y el empuje que se imponen vienen los peligros y con ellos la sensación de que se nos puede caer nuestra segunda piel y que no podemos dejar que ocurra. Más tensión.
    En la sensación de fallar en el caso de la perfección, de vergüenza si mostramos nuestros sentimientos y necesidades que nos dejarán vulnerables en el caso del que va de fuerte, de miedo al abandono o el rechazo en quien no quiere caerle mal a nadie complaciendo y la desazón de quien va al ritmo de todos pero ha perdido su latencia, están el miedo a no saber quien somos si perdemos la segunda piel.


    1. Por estas buenas razones, les digo a mis pacientes cuando llegan a consulta, que aún sin creerlo las ansiedad les puede devolver al lugar de equilibrio que siempre estuvo ahí, dentro y en contacto con lo de fuera. Comprendo con una tremenda curiosidad y humildad el sufrimiento que traen, y se por propia experiencia, que la ansiedad aparece con intención de quedarse y que no se irá así como así, en la mayoría de los casos, hasta que no escuchen lo que tiene que decir, hasta que no atiendan porque llegó y lo que trae, hasta que no aprendan el para que ha venido y como se irá y, por último, hasta que no la acepte como sistema de alarma para la verdadera autenticidad perdida y como vía de acceso al equilibrio natural o EN- CENTRAMIENTO.

      El centramiento al que estamos continuamente invitados a través del miedo nos recuerda que existen tres reglas fundamentales:

      1. Todo miedo y toda ansiedad no tolera el sentido del humor, la alegría de vivir, odia lo gracioso y lo chistoso, pero encaja con agrado la serenidad, la protección y la seguridad

      2. Los miedos son una señal de alarma ante los peligros, reales o imaginados aunque tienen mayor sentido en el primer caso. Al mismo tiempo, el sistema de alarma es sensible a la crítica y a lo grande que podamos hacerlos

      3. Todo miedos nos ayuda a buscar como protegernos, cuidarnos y darnos la seguridad externa o interna que necesitamos. Los recursos en este aspecto son ilimitados


      De Eduardo Galiano