EMPEZAR A VER MÁS, CLARO
(Brainspotting)
Solamente
prestando mucha atención podemos llevar la conciencia hasta los rincones más
oscuros de nuestra alma y esto requiere una educación de y para la presencia
con carácter de renovación continua.
En
el momento que dirigimos nuestra vida en el sentido de prestar atención a todo
lo que hacemos, a nuestras necesidades de caricias inconclusas, de cómo estamos
acariciando, que está pasando por mi corazón y mi cabeza al respecto, cómo se
mueve y se hace presente la experiencia de vivir en el cuerpo, desde dónde me
estoy relacionando conmigo mismo, con los demás y con la propia existencia,
empezaremos a tener un mayor número de posibilidades y una mayor capacidad de
tomar nuevas decisiones.
Al
fin y al cabo, la mayoría de los problemas que tenemos provienen de la fobia a
vivir, a percatarse de lo que nos duele y a evitar volver a sentir la
insatisfacción de una caricia ausente. Cada persona tiene su propia piel dentro
de la cual, y dependiendo del momento, constituye la aduana que regula el dar,
recibir o abrirse a determinadas caricias. Cuando hacemos demasiado hincapié en
sostener rígidamente ese espacio, corremos el riesgo de reducir la sensibilidad
al contacto con los demás y con uno mismo. Por eso a veces, nos perdemos de
vista unos a otros.
Esta
restricción del contacto conduce a las personas al hambre insaciable de
caricias, a disociar lo que nos hace daño y sentirlo como ajeno a nosotros.
Preferimos esta opción “segura” (pseudosegura), antes que la angustia de no ser
queridos, el rechazo o la invasión. La mayoría de las veces esta disminución de
la sensibilidad se realiza por temor o miedo, por rabia contenida o mal
expresada, por la tristeza tragada, etc. Y, aunque el deseo de contactar con
los demás sea grande, esa opción “segura” que sentimos cuando alguien se acerca
nos impide retirar nuestros límites, barreras o defensas, y abrirnos
naturalmente.
Insensibilizarse,
evitar sentir, dejar de pensar, desvincularse del cuerpo, dividirnos… se han
convertido hoy en la ideología de aquellos que piensan que: “experimentar con
toda nuestra potencialidad (sintiendo, expresando el sentir, pensando y
mostrarnos) es debilidad o una tontería”.
La
mayoría de nosotros no parece aprender mucho de la propia experiencia cuando
negamos o evitamos lo que vivimos. La consecuencia es que no cambiamos mucho y
la razón es muy simple: no prestamos real atención a las experiencias que
estamos viviendo, por lo menos no en un nivel profundo o integrado. La angustia, las somatizaciones, la falta de
sinceridad y la falta de alegría, son las formas en que se manifiesta aquello
que no es auténtico en el ser. Son la forma que he necesitado elegir para dejar
de experimentar lo que no me gusta.
No se trata solo de cambiar. Se trata
de amar, comprender, reconocer, aceptar, integrar con cariño y sensatez.
Descubrir las necesidades de mí mismo me ha de permitir tener más tolerancia y
más comprensión hacia los demás desde el buen trato hacia mí mismo. Esto no
significa que deba jugar a ser el “buen niño”, “el buen samaritano” o “el buen
maestro”, sin voz propia. Se trata de empezar a ver más y si se produce un
cambio, que sea consecuencia del aumento de la visión.
José Luis Fernández Luján