martes, 16 de julio de 2024

DIFERENCIARSE NO ES DISTANCIARSE

 

 

 

 

 

DIFERENCIARSE NO ES DISTANCIARSE

“La vida, parece una línea recta, pero no lo es. Construimos nuestras vidas en tan sólo un cinco por ciento, el resto se hace a través de los demás, porque vivimos con los demás y, a veces uno contra el otro. Pero este pequeño porcentaje, este cinco por ciento, es el resultado de la sinceridad con uno mismo” 

(Jose Saramago)

Nuestro viaje comenzó en el momento de nacer cuando carecíamos aún de límites y estando muy limitados. Aunque al nacer ya éramos un cuerpo diferenciado, nacimos sin el sentido desarrollado de esa separación. Tan vulnerable estábamos frente a la existencia, que nuestra vida dependía de alguien a quien acabábamos de conocer y un mundo al que acabamos de llegar.

Al principio, nuestra hambre de contacto físico (oxígeno, alimentos, descanso, …) y emocional (seguridad, protección, ...) eran los senderos de intercambio con nuestra madre y con el mundo.

Después, llegarían las palabras y la necesidad de reconocimiento de nuestra familia y en nuestros grupos de amigos. Pareciera como si la existencia ya nos mandara en el parto su primera paradoja, “nacer ya es empezar a diferenciarse sin dejar de estar conectado, perteneciendo, expandiendo tu ser en el mundo, ensanchando tu esencia más allá”.

La primera toma de conciencia, inherente al crecimiento, fue la de separación y fue la de conexión. Adiós y bienvenida. Todo por un finalidad inmanente: SER. ¿Cuándo? AQUÍ. ¿Dónde? AHORA. ¿Cómo? JUNTOS.

Ser nosotros mismos al mismo tiempo que permanecemos vinculados, perteneciendo a una familia, grupo, empresa, ... SER UNO MISMO SIENDO UNO MÁS.

La primera tarea fue experimentar y recibir cuidados, mientras que poco a poco íbamos reconociendo una piel personal, con identificación: “soy un ser separado de los demás y también lo son aquellos que me cuidan”.

Desde el mismo comienzo de la vida, quizás hayamos asociado el hecho de diferenciarnos o soltar vínculos, con la pérdida del poder, con el miedo a disolvernos en un mundo aparentemente dañino o a quedarnos solos. Pero cambiemos los términos, diferenciándose o ampliando/menguando nuestras pieles con las pieles de los otros y el mundo. Lo que estamos haciendo es desplegándonos o replegándonos continuamente.

El fracaso de este proceso explica de alguna manera las heridas de la piel. El por qué hoy en día nos agarramos tan ferozmente a las cosas, a la vida y a los demás. De una forma sutil, tendemos a confundir el agarre de la ideas con la obsesión, amar con atar, soltar con desaparecer o disolvernos.

A medida que crecemos aprendemos que la separación no es un abandono, que “diferenciarse no es distanciarse”, sino simplemente una condición del crecimiento humano, la única desde la que se puede crecer de manera sana o no tan sana. Una onda en movimiento de espiral hacia abajo o regresivo y hacia arriba o creciendo, hacia afuera en el ensanchamiento o hacia adentro en nuestros repliegues.

Estas aduanas o acontecimientos fronterizos los he llamado “pieles de la identidad”. Las que hacen posible que nos aproximemos a los demás pero manteniendo a salvo nuestra identidad personal en el proceso continuo de crecimiento.

Con el crecimiento del ser llega inherente la posibilidad genuina como humanos de la interdependencia, que implica la responsabilidad personal compartida y no el derecho único y exclusivo de ser cuidado unilateralmente o el de cuidar a los demás sólo para complacer y merecernos ser queridos.

De esta reciprocidad fluyen las ocasiones para un compartir sano donde renunciar a controlar al otro o lo otro para respetarle respetándonos. Aparecen capacidades como la sensibilidad y la vulnerabilidad.

Sin embargo, no siempre es fácil crecer viviendo. En ese espacio de encuentro también hay tensión, incomodidad y dolor en ocasiones. Las condiciones, la actitud y nuestras auto-traiciones también nos enseñan de nuestra incompletud. Por eso no somos iluminados, porque aún tenemos sombras.

Pero si sabemos, que ninguna relación puede prosperar cuando una de las partes ha abandonado lo esencial, su ser. Fluyendo hacia el otro desde si mismo y volviendo de nuevo al origen: UN SER FLUYENDO, CRECIENDO. Por condición humana. Estamos diseñados para crecer, evolucionar y adaptarnos.

Sabemos también que, el amor como pulsación profunda del proceso de entrar en contacto, por ejemplo, no es renunciar a las fronteras personales, porque eso significará abandonarnos a nosotros mismos. Añadiríamos más probabilidad de éxito a la hazaña del vivir si contempláramos amar y amarnos.

El amor ocurre cuando dos voluntades se abrazan, se saludan, se reconocen, se favorecen una a otra, y al mismo tiempo, se dejan marchar en libertad. Solo aquello que se diferencia y se descompone puede ser reintegrado, renovado y transformado. La trans-forma-acción adquiere la fisionomía de un ser humano que ama, camina y vive.

Con cada paso que damos dejamos atrás aquello que ya fue y damos la bienvenida a algo nuevo. Es una constante universal, sólo si, y solo si, el SER está creciendo, avanzando y ahondando.

¿Pero quién habita en esa persona que camina?. El espíritu aventurero. Radica precisamente en un ser que va al encuentro de lo que de venir. Ese es el alma del viajero. Saliendo de las fronteras conocidas, no para perderse en lo desconocido sino para ampliar el territorio ignorado y ahora en conquista.

Lo conquistado, se ve ahí en cada pliegue y cada cresta de las huellas dactilares de mi piel. En la que ahora forma parte de mi como testimonio. La piel que contiene el registro y el rostro de nuestros pasos más certeros, dudosos o equivocados. Es la cara de la aventura de vivir. Las arrugas que indican los senderos de lo que ya está hecho.

El rostro del aventurero lo sabe: diferenciarse no es distanciarse, sino permitir el espacio suficiente para que nuestra identidad crezca y se expanda. De esa manera, la ESENCIA como la semilla que se abre, se convierte en la PRESENCIA de una vida llena de pétalos (familia, trabajo, significado, búsqueda, …). Es el aroma de la flor al mundo, hecha para desplegar su singular fragancia .

lunes, 15 de julio de 2024

"CADA UNO DE NOSOTROS ES UNA MULTITUD"

 


“CADA UNO DE NOSOTROS ES UNA MULTITUD”

(Piero Ferrucci)

 

Me enseñaron que no se empieza un texto por un verbo. Pero el verbo es acción y sabrán entenderme...

AMAR lo que se dice AMAR puede ser QUERER al cuadrado, el de amar (querer) y el de la voluntad (querer)... ese gesto de entrega amorosa asociado al querer hacer.

QUERER siempre fue distinto a amar en esta sutileza, en que implica una decisión, una voluntad de practicar el amor contigo, conmigo y con la vida. Implica de alguna manera un amor con decisión, el QUERER (te quiero) QUERER (queriéndote voluntariamente y por decisión propia).

QUERER implica pasar del impulso o la reacción, al latido compartido. Porque QUERER implica asumir un compromiso donde ya no estás tú solo. Es como la prueba definitiva del talante de tu corazón.

Verbo, acción, QUERER POR PRINCIPIO de texto...

... estamos llamados a un momento de la existencia donde YA...

...NO BASTA con lanzar las campanas al vuelo gritando “yo sé AMAR”. Va más allá: implica respeto, amar amando y una mirada de cuidado para y por el otro.

En el QUERER mi mirada ya no es única, porque te veo o te empiezo a ver. Y algo diferente ocurre cuando me dejo ver y te veo...

...Y no bastará con AMARNOS, tendremos que decidir QUERERNOS para además QUERER implicarnos en una nueva HUMANIDAD desde un nuevo ser HUMANO.

Ya no bastará con ser CONSCIENTES del AMOR, habrá que QUERER PARIR una nueva humanidad. Y dolerá pero durará lo que dure tu parto. Y tras el dolor la TRANSFORMACIÓN.