El CUERPO no sólo ha sido olvidado sino tapado, desvirtuado y
desmembrado, de la realidad del ser humano. Desde la edad media y otros
precedentes, el cuerpo fue separado de la conciencia. Alma y cuerpo se
erigieron como dos partes separadas e inconexas, donde este último representaba
a los instintos, lo desechable, la fuente del pecado, el lugar de los deseos,
etc.
Poco a poco, el cuerpo ha vuelto a
tenerse en cuenta de nuevo, pero no tanto como manantial de conocimiento, sino
como símbolo de la belleza. Los cuerpos atléticos, los cuerpos
modelo, los cuerpos “tatu”, los cuerpos "light", etc, son el prototipo a seguir convirtiéndolo en un símbolo de la
perfección.
Por
otro lado, los acercamientos psicológicos al cuerpo (conductismo, cognitivismo,
...) y otros no tan psicológicos (ciencias naturales, biología, medicina, ...) lo han tratado como “objeto de estudio”, colocando el hacer
cosas con el cuerpo en el origen y la interpretación del ser humano.
Las
consecuencias de todos estos acercamientos hacia lo corporal se reflejan en
que:
a) Se ha prestado poca atención a sus códigos y claves, al como
manejarlo para convertirlo en sujeto o parte de un desarrollo global que la
persona experimenta a través de él. A menudo, se han obviado los efectos y
consecuencias de esta inconsciencia hasta que se comienzan a
manifestar algunas reacciones físicas (agotamiento, dolor, envejecimiento,
etc.) o mentales (ansiedades, angustia, sentimientos de devaluación, etc.).
b) Se ha querido confundir cuerpo con corporeidad (ser corporal) es limitar al
ser humano a un animal. La persona se manifiesta y se hace presente en el mundo
con su cuerpo. A través de él la identidad, los pensamientos, las emociones y
el modo de relacionarnos son manifestaciones que toman cuerpo y consistencia
real. Toda actividad humana, todo desarrollo o crecimiento personal, toda
comunicación, cada pensamiento y cada emoción, han de tener una expresión real
y física manifiesta, para que éstas tengan sentido y “forma”. No existe nada en
el ser humano que no necesite de llegar a la acción o manifestarse a través de
la expresión, materializarse a través
del cuerpo humano y bajar al continente, para que el contenido sea revelación
del ser que hay detrás. Por eso, la realidad corpórea es el ápice de la manifestación
humana: “o está en el cuerpo o simplemente, no está” (José María Toro, 2005).
c) Nos hemos alejado de lo humano en cuanto hemos dejado de sentir al cuerpo como propiedad, el vivir y tomar conciencia del propio cuerpo en el que hacer-se-r se han con-fundido con el mero gesto sin intensidad del quehacer mecánico diario.
El cuerpo hoy más que nunca es el camino que puedo recuperar si quiero acercarme al mundo de la manifestación y de la forma. No es entender más, sino comprender que el cuerpo es la posibilidad única para
la conciencia y el desarrollo personal. Nacemos
con un cuerpo que desde el momento del nacimiento, a través de la acción, del
movimiento se adapta, trans-forma y con-forma como corporeidad (“el ser que
habita el cuerpo”: no es lo mismo tener un cuerpo, que ser un cuerpo o ser en
el cuerpo).
Pongamos
un ejemplo sencillo:
1.- Acercamiento
objetivo del cuerpo (hacer cosas con el cuerpo): yo puedo observar a alguien
coger un vaso de agua e inferir, que este gesto es realizado para calmar la
sed. Puedo decir que el gesto se ha podido realizar gracias a la capacidad de
maniobra del cuerpo, que con su musculatura y estructura, permite realizar
movimientos precisos para esta expresión. Podríamos además añadir, que la
mecánica del movimiento realizado es desarrollada gracias a la fuerza ejercida
y presión de la mano en el vaso, para que este no se pueda caer.
2.- Acercamiento
vivencial del cuerpo (vivir y tomar conciencia del propio cuerpo en el
quehacer-ser): yo puedo pensar en coger un vaso de agua y ser consciente de
este pensamiento, puedo darme cuenta que este pensamiento nace del deseo de
beber porque tengo sed, y aunque quisiera beber, sólo tengo un vehículo para
lograr mi deseo: la acción de trasladar todo mi cuerpo hacia la cocina y mover mi brazo y mis manos
hacia el vaso, acercarlo al grifo de agua, abrirlo para llenarlo, e incluso
llevar el vaso con mis manos hasta mis labios, abrir éstos y volcar su
contenido en mi vientre. Por otro lado, también puedo mover mis labios y
articular palabras para pedir a alguien que me lo traiga. Sólo de esta manera
puedo calmar mi sed y satisfacer mi necesidad de agua. Tras estos actos, seguro
mi sentimiento de satisfacción y relajación vendrán a terminar el proceso.
Todos los movimientos realizados y mi conciencia de ellos, me devuelvan que
hoy, porque estoy de vacaciones, me he dado cuenta de que el gesto de beber
agua, ha sido un gesto con menos estrés que en días anteriores, más calmado, y
satisfactorio para mi (he cogido el vaso con la tensión justa, ya que a veces
noto como mi tensión en la mano es exagerada, como casi todos los movimientos
de mi cuerpo y mis acciones diarias).
Ahora,
sin embargo, me doy cuenta, que a través de este gesto que normalmente suelo
hacer automático, me estoy haciendo presente de forma más calmada. Me tomo
tiempo para darme cuenta haciendo este gesto lo más lento posible, sintiendo
como ya no es solo mi mano, sino todo mi cuerpo, cada músculo, cada tendón,
cada articulación la que se abre y se suelta para realizar todos estos movimientos
con la tensión justa, buscando sólo el tono justo de cada acción que realizo.
Siento y pienso que está siendo un gesto que disfruto, porque todo yo (mi
conciencia, mi emoción, mi cuerpo, ...) está en ello. Ahora me doy cuenta, que
este simple gesto de beber agua, guarda tras de sí la posibilidad de “tomar
conciencia” de cómo estoy. Cada “sorbo de agua” está siendo para mi la
posibilidad de un “sorbo de conciencia”. El
movimiento consciente está posibilitando la integración de lo que pienso y lo
que siento con lo que hago desde lo que soy en esencia y desde la propia
identidad de quien soy en ese instante.
En conclusión, es urgente en estas fechas en las que lo económico es lo fácil, apostar por recuperar llamar al hombre a su corporeidad. Es necesario como nunca hacer visible que hemos desencarnado de su
latido profundo, de su unión con el pensamiento, de su despliegue en la
comunicación con los demás a un sentido de lo corporal que sigue esperando ser escuchado, atendido y
habitado de nuevo por la conciencia de ser. Aunque
en nuestros primeros años era de vital importancia, llegamos a un grado de dominio en que nos
abandonamos al automatismo de las acciones, para supuestamente liberar al
cuerpo de nuestra atención para otros procesos más "nobles"e
intelectuales. Sin embargo, más que liberarlo, lo olvidamos y
"excluimos de la conciencia". Lo intelectual tomo las riendas de
nuestra vida y las consecuencias están siendo la ansiedad vital, el estrés
físico, el agitación mental, la extenuación emocional, etc. Esta exclusión
corporal, fue la pérdida del potencialidad corporal que unido al
potencial mental, emocional y comunicacional hubieran conformado a un ser
humano más integral.
Para
ello y a modo de conclusión os propongo:
· Entender que el desarrollo personal no es un esbozo de meras
intencionalidades mentales e ideológicas, sino que ha de tomar cuerpo en la
trans-forma-acción de la persona en desarrollo.
· Tomar conciencia de nuestro cuerpo como fuente de la manifestación de
nuestros pensamientos, emociones, y formas de comunicarnos. El cuerpo como
realidad corpórea integral (integración de sistemas).
·
Atender y vivenciar el cuerpo como lugar de encuentro entre la conciencia
interna y el mundo, y viceversa. Es decir, experimentar el propio cuerpo para
atenderlo como instrumento de expresión y comunicación no verbal, personal y
social.
· Reconocer el cuerpo como manifestación de la valoración de sí mismo/a y
como instrumento para proyectar la propia identidad en el mundo que nos rodea,
utilizando el cuerpo y la movilidad corporal, como vehículos para expresar
ideas, sentimientos y/o valores de quien soy y como soy.
· Por último, entender y vivir el cuerpo como presente y como presencia.
Reencarnarnos de nuevo convertidos en posibilidad del verdadero cambio visible
y como muestras vivientes de un desarrollo que se ha in-corporado integralmente
en nosotros.
JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ LUJÁN
Psicólogo y Psicoterapeuta
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