Podríamos decir que el autismo es un
ensimismamiento profundo, un repliegue de la persona sobre y hacia sí misma, y
un egocentrismo particular donde la persona que lo padece no parece necesitar a
los demás y se separa de la realidad.
La sociedad actual está viéndose
mermada en capacidades como el contacto ocular (mirada perdida, volátil y
ausente), la expresión facial y los gestos reguladores. Se ha apostado por la
vida programada y estereotipada, con una disminución de la espontaneidad para
compartir disfrute, intereses y vivencias. La emocionalidad y la reciprocidad
social han pasado a un segundo o tercer plano de las escuelas y las familias,
dando paso al interés exclusivo por los objetivos curriculares, los niños
perfectos y el control.
En la educación familiar, escolar y
social hay más “programas estereotipados” que juego realista, espontáneo e
íntimo, más preocupación absorbente por los objetos y el conocimiento, que por
las personas y la convivencia, más rutinas inflexibles y rituales específicos,
que libertad de acción, alegría o creatividad.
A veces no sé si estoy hablando del
autismo como patología o como oportunidad. Siento que el autismo es una
invitación a las escuelas y a la sociedad a la pérdida del niño “normal” que
los padres y maestros deseaban y esperaban tener. El autismo no es un
resfriado, es una “forma de ser” de la que partimos y a la que nos dirigimos
sin darnos cuenta.
Estamos convencidos y convenciéndonos
de que es mejor vivir egocéntricamente que con-por-para los demás, de que la
tecnología viene a solucionarnos la vida aunque nos la desvirtúe y nos saque de
lo real. Nos estamos alejando de lo auténtico para acercarnos a los virtual y
programado. Nos estamos acercando a los que están lejos y alejando de los que
están cerca. Ya no tenemos que hacer planes con nuestros hijos, podemos olvidarnos
de las salidas al parque, de las visitas de los amigos y de las conversaciones
personales para saber como nos sentimos. Para eso está la wi, la psp, la
nintendo, el facebook, el twenti, la televisión y el internet.
Sin darnos cuenta estamos creando una
sociedad de autistas, y el fantasma del espectro autista está creciendo cada
día en nuestros hogares y colegios con más casos por año de TEA (Trastornos del
Espectro Autista), niños con TDAH (hiperactivos y desatentos), Trastornos
Bipolares (emocionalidad lábil), etc. Como autistas vivimos desconectados y
desintegrados, en una sociedad que no concilia la vida familiar, laboral y
educativa, por eso padres, niños y maestros andamos enfurruñados en conflictos
insensatos de convivencia.
El autismo ya no es una pared
impenetrable sino el signo bio-psico-social de que algo anda mal, de que los
educadores sociales estamos asumiendo la existencia de un sistema de señales
compartido del cual los niños no participan (como alguien que no entiende
nuestro idioma), y cómo el niño no responde de forma estándar, entonces damos
por hecho que el problema es él.
Quizás tengamos que dejar a un lado la
seguridad de lo conocido y adentrarnos en un nuevo país, más básico aunque
olvidado. Quizás es la hora de retroceder a un idioma más básico y más
profundo, el del corazón en las manos, en la mirada, en los oídos o el de la
piel. Quizás hemos olvidado vernos, sintonizarnos, sincronizar nuestros ritmos
y tiempos para estar juntos. Puede que haya llegado la hora de aceptar que el autismo es el símbolo de una
sociedad desintegrada, dispersa, que no sabe comunicarse ni sintonizar con las
personas que están cerca de él, de emocionarse y participar de una vida
compartida que necesita salir de su ensimismamiento profundo donde cree no
necesitar nada de nadie para abrirse a latido de un corazón ansiado de cuencos
(hogar, escuela, …) que lo contengan, lo alienten, lo reconozcan y los
encienda.
Dicen de los autistas que son como “extranjeros
en cualquier país”. Hoy es el día mundial del Autismo, 2 de Abril. Para algunos
una tragedia, para mí una oportunidad y una invitación a conectarme con lo que
más a mano tengo, las personas y los acontecimientos que la vida me ofrece a
través de mis sentidos. Hoy es un buen día para “volver a casa”.
José Luis Fernández Luján
2 de Abril de 2012
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