Entiendo que hoy no es fácil ser auténtico, sobre todo
en tiempos difíciles. Sin embargo, tengo claro que existen vías por las cuales
caminar hacia la liberación de un ser que ha necesitado de las estrecheces del
ego, de la sociedad y del cuerpo para ser visible. Creo que cuando la gente está
sana, es bondadosa, creativa y tiene lo que necesita para sobrevivir, se
liberan otras posibilidades como vivir en la integridad, la libertad, la
compasión y la solidaridad. Los planes, mandatos, contramandatos y guiones bajo
los que vivimos están patrocinados por la idea de que no hay suficientes
recursos para continuar, de que hay personas que se lo merecen más que otras,
de que la propia seguridad depende de tener el control de las caricias que
intercambiamos.
La concepción
se basa en el miedo a vivir a pleno pulmón. Se nos ha ayudado a entender y
hemos asumido que para “tener caricias” solo tenemos que dejar de vivir en
libertad, dependiendo de las pocas caricias que se suponen que quedan, con
miedo a perderlas y con miedo a dejar de ser quienes nos hemos obligado a ser o
revelado a parecernos. Estamos aprendiendo a vivir creyendo que todo lo que nos
pasa es responsabilidad de unos pocos que lo controlan todo, discapacitando
nuestro poder de repartir y entregar caricias. Nos decimos: “mientras yo tenga
caricias, el que venga después que se las apañe”.
Este guión y
las experiencias vividas que justifican nuestra necesidad de controlar todas
las caricias que entran y salen, formando una férrea aduana reguladora, protegiéndose
de sí mismas colisionan con el potencial de energía alternativa inacabable con
la que podemos conectarnos y que somos, necesitando vivir nuevas experiencias,
más sanas, espontaneas, en orden creciente y consciente, y ética, donde la
solidaridad, la igualdad y la comprensión sean un deseo generoso que parte de
la sabiduría de que cuanto más auténticos somos más estamos capacitados de
generar recursos disponibles para los demás y para uno mismo. Creemos que lo
nuevo por aparecer y lo viejo conocido conviven en nosotros en conflicto, pero
ser capaz es saber que pensar, sentir y actuar en relación es la inevitable
condición de esta estación que es estar vivo.
Todos los días
que salgo a correr por el parque Miraflores en Sevilla, paso cerca de un
psiquiátrico y en el asfalto, está escrito en grafiti la siguiente frase: “te
quiero como nunca y para siempre”. ¡Vaya paradoja! Creo que la salud física y
mental, agradecería ver en esta paradoja su propia posibilidad. Si esta premisa
se cumpliera, si fuéramos capaces de hacer experiencia este gesto de amor, estoy
seguro que habría menos psiquiátricos, menos medicación, menos conflictos y
guerras internas o en relación y desde luego menos apariencia y más
profundidad.
Esta es la verdadera esencia de repartir, dar y recibir caricias, que no es un recurso agotable y sí, una fuente de amor y creatividad, que hace que cada relación humana sea una oportunidad de salud infinita. Todos somos imprescindibles y podemos disfrutar de lo que necesitamos, entonces podemos convertir y transformar la desesperación y la crisis en fuente de la juventud. Promover el cambio e indagar en lo que significa ser humano, es la salida y la esperanza a la vida controlada y programada. En cada corazón humano se esconde un valioso tesoro: la creación, la verdad y el valor de ser amoroso como recurso inagotable.
Esta es la verdadera esencia de repartir, dar y recibir caricias, que no es un recurso agotable y sí, una fuente de amor y creatividad, que hace que cada relación humana sea una oportunidad de salud infinita. Todos somos imprescindibles y podemos disfrutar de lo que necesitamos, entonces podemos convertir y transformar la desesperación y la crisis en fuente de la juventud. Promover el cambio e indagar en lo que significa ser humano, es la salida y la esperanza a la vida controlada y programada. En cada corazón humano se esconde un valioso tesoro: la creación, la verdad y el valor de ser amoroso como recurso inagotable.
José Luis Fernández Luján, 2012
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