sábado, 24 de noviembre de 2012

“El Pueblo Nuevo”: LAS HUELLAS DEL TIEMPO

    Vivo en un pequeño pueblo llamado Vegas de Almenara y al que siempre se le ha llamado el Pueblo Nuevo o las Teresas. Durante muchos años estuve viajando y viviendo en otros lugares de España y Sudamérica. Ahora que he vuelto, recuerdo aquella sensación de más pequeño cuando venía a ver a mis abuelos, a esta misma casa, de sentirme acogido. Cada mañana tomo el café debajo del naranjo del patio que mi abuelo plantó hace medio siglo. ¿En qué lugar se me quedó la infancia?.

    Allí aprendí a jugar a la pelota, me raspé hasta el alma mientras aprendía a montar en bicicleta,  allí siguen algunos de mis mejores amigos y mi familia, allí comprendí que el tiempo pasa y no se detiene, me convencí que lo mío no era ser futbolista, y por eso ahora me dedico a dejarme encontrar por las historias de la gente, “ese es mi trabajo”. Aprendí a ser yo mismo, a apreciar el olor del azahar, los cantos de los pájaros en los pinares y sobre todo a valorar a la gente, sin hacer juicio. Creo que por eso estoy aquí de nuevo, en “el pueblo nuevo”, porque cada vez que regreso redescubro cosas nuevas que la cotidianidad y la prisa me impedían ver.
   
    “Sé que es eso lo que me tiene aquí de nuevo”, la historia de su gente, mi propia historia. Todos sabemos volver a casa, por mucho tiempo que haya transcurrido, sabemos encontrar el camino. Cada persona que encontramos en el sendero nos ofrece la oportunidad de abrirnos y abrazar todas nuestras partes, de reconocernos en el espejo, con paciencia, palabra que aquí en Las Teresas, adquiere su forma más auténtica. Lo más auténtico de nosotros mismos y de los demás renace y se desvela con presteza ante la paciencia y ante la confianza que supone encontrarse con los de siempre.

    La sensación y emoción suave, tierna y agradable que tengo cuando soy reconocido o acariciado por los demás por ser quien soy, es quizás una de las im-presiones o huellas que mayor rastro han dejado en mi vida, “para bien o para mal”. “Negar los orígenes es una forma de olvidar quienes somos”, y eso es correr el riesgo imperdonable de no comprenderse uno mismo y, sobre todo, de no reconocerse. Por mucho tiempo creí, y todavía me gusta acariciar esa idea, que en todo lugar donde uno ha vivido se pueden encontrar las huellas del tiempo.

    Volver a Vegas de Almenara, al pueblo que fue de mis abuelos, y que hoy son una de mis raíces, las más profundas, me supone un remanso de paz. Seguiré tomando mi taza de café debajo del naranjo que sembró mi abuelo y al lado del ficus que cuidó mi abuela. Ahora entiendo que mi trabajo de terapeuta está cargado de estos dos verbos, sembrar presencia y cuidar de que crezca. Me seguiré sintiendo sembrado de raíces renovadas y cuidado por las huellas de mi pueblito pequeño, sobre todo ahora que mis abuelos ya no están, nada más que en las huellas sencillas y humildes que dejaron. Cada vez que regrese sabré que no vuelvo a cualquier sitio, sino que retorno a las entrañas de mi historia, al silencio que me vio crecer y al pueblo que ahora siento como remanso de paz y renovación: “el Pueblo Nuevo”.


JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ LUJÁN
El hijo de la Josefina, la de Nicolás

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