lunes, 28 de octubre de 2013

INTERROGAR LAS RESPUESTAS




Cuando uno cree haber encontrado las respuestas, llega el universo y cambia las preguntas

Albert Espinosa


Estamos continuamente haciéndonos preguntas porque buscamos respuestas. El motor que impulsa nuestra búsqueda es la necesidad de aprender y nuestra sed de encontrar, simplemente por la satisfacción de hallar y descubrir.

Cada pregunta sin contestar puede ser vivida como la oportunidad perdida para encontrar respuestas que nos ayuden a seguir buscando. En cada afirmación que le hacemos a alguien creyendo saber su respuesta, en cada juicio lanzado y en cada solución, dejamos de darle a nuestros hijos, pareja, amigos, pacientes, conocidos y desconocidos la oportunidad de indagar y, por tanto, de sentir satisfacción por encontrar.

Una respuesta, sin la actitud de apertura necesaria para averiguar, acaba rechazada o menguada por quien no la ha pedido. La necesidad curiosa a veces permanente de búsqueda acaba con la maravillosa sensación de encontrar respuestas, de la misma forma que las tiene un niño al poner una pieza o completar un puzle.

Como dice Federico Luppi: hay preguntas que son Lugares Comunes. Son aquellas que todos sabemos como empiezan aunque no siempre como acaban. ¿Por qué?, ¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Qué?, ¿Quién? y ¿Para qué?.

Me gusta invertir, en los procesos terapéuticos y en mi vida en general, más tiempo en hacer preguntas, en guardar silencio para escuchar o en acompañar los propios procesos de búsqueda y descubrimiento, que en dar respuestas.

He llegado a la conclusión que como persona y como terapeuta de profesión me convierto en respuesta cuando hago una pausa para saber estar en lo desconocido con curiosidad, en la preguntas que buscan claridad cuando hay confusión, en el silencio que acompaña sintónicamente cualquier momento emocional, en la búsqueda de respuestas que no siempre nacen de la reflexión mental porque vienen de senderos más sutiles (sensaciones, emociones, reacciones físicas, sueños, fantasías, etc) y en el respeto por las preguntas que el paciente hace o las respuestas que espera de mi, siendo muchas veces las que el mismo se da o le han dado.

No hay mejor pregunta que la que emana del arte del no saber y de la actitud de humilde-grandeza. Se suele decir que “nadie conoce todas las respuestas” y a mi me encanta recordarme que siempre puedo estar y hacer preguntas o ser una fuente de indagación cuando me pongo ante el misterioso desconocimiento que me supone cualquier ser humano con el que me encuentro y ante la vida.

Nos da miedo “no saber que pasará después” y, sin embargo, nos cuesta indagar ¿por qué tenemos miedo a no saber?, ¿cómo llegamos al miedo?, ¿qué hacemos con él y cómo nos solemos manejar cuando aparece?, ¿a dónde nos llevará?, ¿quién o qué partes de mi identidad deciden o eligen dar curso a este miedo?, ¿cuándo empezó y acabará? y ¿para qué o qué función psicológica, e incluso espiritual, tiene el miedo a lo desconocido e incontrolable?. Finalmente, tenemos la oportunidad de preguntarnos ¿qué tememos? y ¿qué puedo aprender aquí y ahora de este maravilloso momento y de esta experiencia del no saber?.

A veces me pregunto qué se siente, qué se piensa y qué motiva a los demás y a mí mismo a responder mecánicamente ante lo que nos va ocurriendo cada día, en cada momento, en cada experiencia y en cada decisión. Se nos ofrece como seres humanos creativos la maravillosa oportunidad de aprender a ser una respuesta nueva, renovada, consciente y libre para cada ocasión. ¿Para qué insistir en las mismas respuestas que después sentimos que no nos satisfacen, hacen feliz o despiertan?.

¿Qué pregunta no busca ser contestada? y ¿qué pregunta no parte de la conciencia del no saber y de la necesidad de encontrar?. Puede llegar a ser un arte, hacer preguntas, aunque yo las siento como un camino, un ejercicio, una profunda necesidad de descubrirme y una manera de ofrecer a otros a hacer lo mismo. Al fin y al cabo, ¿qué afirmación o negativa, qué vivencia, sueño, fantasía, sensación, creencia o sentimiento no puede llegar a ser algo tremendamente revelador cuando se formula en clave de interrogación?.

Aún así, no podemos confundir el punto de partida. Si la pregunta nace de la curiosidad genuina, la necesidad serena de aclaración o contestación, las ganas y el entusiasmo de descubrir o saber, no puede ser el mismo punto de partida que la pregunta que se presenta como interpelación, demanda, pega, ruego o examen intencionadamente soberbia. La primera indaga con respeto, amor incondicional y humildad mientras que la segunda evalúa, curiosea, confunde y da la respuesta por contestada en la misma pregunta engordando el ego de quien ya da por sabido que todo lo sabe. Es de esta manera, cuando el arte del no saber se convierte en sentencia limitante.

Echo de menos la oportunidad que tienen los padres de conocerse y enseñar a sus hijos a descubrir lo maravilloso que es el mundo, que ellos mismos son, lo que traen como único para enseñar y lo que están llamados a ser.

Echo de menos en la escuela, la satisfacción y el entusiasmo que los alumnos pueden tener al descubrir por sí mismos la respuesta que en lo más profundo emerge como resultado de una búsqueda y el respeto al tiempo que cada uno necesita para parirla. Educar siempre puede llegar a ser sembrar para que cada uno de sus mejores frutos.

Echo de menos parejas y amigos que no den por hecho que se conocen y reconocen la manera de ser y hacer, cuando esencialmente estamos todos aprendiendo y conociéndonos continuamente. Me encanta sentir que el ser humano es todavía un misterio insondable (en el sentido de no poder llegar al fondo) por desvelar que me invita a ser humilde en mis afirmaciones y sentencias.

Y, echo de menos una humanidad que se siente frente a frente con la única excusa de indagar una vida que sea vivida en el camino de la búsqueda incansable del infinito misterio de lo que somos, que salga lo mejor de nosotros mismos o estamos llamados a ser y aceptar con humildad que sabemos muy poco ante tan maravilloso misterio.

¿No será preguntar la respuesta que estamos buscando?, ¿no serán las preguntas los pasos que nos llevan a lo desconocido y misterioso?, ¿no serán las preguntas lo ilimitado en los límites naturales que nos recuerdan que estamos hechos para aprender, ser humildes y aceptar que nacimos y somos inacabados? y ¿no serán las preguntas la forma de llegar al entusiasmo, el amor propio y por los demás en cada respuesta que encontramos?

El haber nacido incompletos hace más estimulante la experiencia de descubrir, crecer, hacer preguntas, aprender, tener curiosidad, encontrar nuestra honda creatividad y vivir cada día las respuestas como algo nuevo y una aventura para después seguir interrogando las respuestas. Entonces interroguemos las respuestas. Al final, ¿qué tenemos que perder? o mejor dicho ¿qué podemos encontrar?.


José Luis Fernández Luján
Psicólogo y Psicoterapeuta
Octubre 2013

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