martes, 10 de diciembre de 2013

PERO, ¿QUIÉN SOY?

PERO, ¿QUIÉN SOY?

Mi arquitectura mental está construida en pilares argumentales, en sistemas de creencias y pensamientos acerca de mi, de los demás y de la realidad, dónde puedo darme cuenta de que soy y he sido lo que los otros han querido que sea y he elegido aceptar o contradecir; soy la imagen que yo creo que los otros tienen de mi o justamente lo contrario.

Si cuestiono todo eso he de hacerme la primera pregunta importante... ¿Quién soy? Y “todo esto" conforma una historia personal con un argumento que me he contado muchas veces y que he reafirmado frente a los demás y el mundo en reiteradas ocasiones.

Yo siempre he creído que soy una persona graciosa, buena, el amigo ideal, el renegón y fastidioso, que no se emociona por nada porque eso es debilidad, que el mundo está irremediablemente enfermo, que la vida es un mar de lágrimas, que mis padres son extremadamente absurdos,etc.

En la apertura hacia ese lenguaje que "me posee" y con el que "me identifico" comenzaría a objetar la enorme cantidad de ideas erróneas que dirigen mi vida y tendría que ir desembarazándome de ellas. Pero entonces: ¿Qué quedaría, nada?. Ese "Vacío fértil o angustioso", esa hoja en blanco en la que podemos empezar a escribir nuestro propio discurso es el abismo o el nuevo horizonte, da miedo o invita al atrevimiento. Buena pregunta.

Cuando la persona va aprendiendo a ser más consciente de sí misma, va descubriendo estos procesos, va descubriendo que ella no es el cuerpo, que ella no es las emociones agradables o desagradables que surgen en un momento dado, y que ni siquiera es las ideas buenas o malas que pueda tener. Simplemente es alguien capaz de sentir, pensar y darse cuenta. Todo eso es un proceso que está en constante transformación, un proceso del que yo voy aprendiendo a ser testigo. Antonio Blay, dice: “esta frontera va cambiando, y cada vez mi noción de yo va retrayéndose más, acercándose más al centro y liberando la periferia. Llega un momento en que uno se da cuenta en que la distinción entre exterior e interior es una distinción completamente relativa que depende del nivel de funcionamiento de la conciencia, que no se basa en ninguna realidad intrínseca, sino en mi modo de ser consciente, en mi modo de querer, en mi modo de atribuir un valor u otro”.

Todo ser humano en contacto consigo mismo, con la realidad y los demás configura una manera de ser más auténtica, espontánea y genuina, adaptada a las propias necesidades y en función de la realidad que le circunda en el momento que entiende y hace realidad la posibilidad de ser sin la obligación de tener que ser.

Es justo en esa conciencia donde desconfiguro y reintegro el conflicto interno entre lo que siempre he sido y lo que desearía ser. La persona se encuentra roto y fracturado entre las cosas que cree que es (condiciones externas que nos condicionan a ser de una manera determinada: “el buen hijo que es como sus padres quieren que sea o el mal hijo que es lo que sus padres nunca hubieran querido que fuera”) y aquellas que ha de controlar procedentes del interior, que no están permitidas, entonces no tiene más remedio que utilizar la mente como mecanismo regulador de estas exigencias contradictorias que son las posibilidades de fuera y las posibilidades de dentro.

La persona vive entre dos fuerzas: lo que le gustaría ser, pero que no puedo porque es peligroso, porque despertaría la protesta, las iras o la crítica, y lo que le piden que sea, o lo que no se atreve a ser o considera que es un esfuerzo excesivo o teme porque no conoce. Y como ha de estar de alguna manera vigilando, controlando, ordenando lo de dentro y lo de fuera, la mente cumple entonces esta función reguladora que necesita la identidad para sentirse "como siempre ha sido" y vivir lo que puedo llegar a ser "como peligroso o como un sueño".

Pero aquí ocurre que la mente, debido a este conflicto, pasa a ocupar un lugar primordial, porque para mí esa necesidad de controlar es una exigencia constante. Constantemente he de estar vigilando que no diga nada que no esté bien, que no haga nada que no esté bien, cómo aprovechar las situaciones, cómo he de actuar en este momento y qué debo hacer cuando estoy con el otro. La mente adquiere la prioridad y uno, sin darse cuenta, va trasladando todo su modo de vida a la mente. Es de esta manera, como la mente se ha colocado en la mayoría de “ideales” culturales, sociales, personales, ... en el órgano central, en la “panacea”, en el “elixir” del ser humano actual.

Sin embargo, esa mente no funciona de un modo correcto, no se utiliza adecuadamente; porque la función de la mente es el percibir las cosas tal como son, pero, como yo estoy metido en este conflicto, entre lo que deseo (el Estado Niño) y lo que puedo o no puedo, lo que debo y lo que no debo (el Estado Padre), entonces la mente se pone al servicio de este conflicto personal, de este problema que tengo planteado, y ya no funciona con objetividad. Entonces, esa mente ya no es la mente en su función más idónea, sino que efectúa una función netamente egocéntrica. Ya no es la mente objetiva, es la mente al servicio de uno mismo, de las necesidades personales, de los problemas personales, de los conflictos internos, del propio Marco de Referencia, del Guión Argumental con el que me cuento la vida propia, la de los demás y la del mundo.

Por eso, porque la mente deja de efectuar su función de reflejo objetivo, deja de reflejar la realidad en sí; de ahí, que yo tenga que estar constantemente viviéndolo todo en la mente, de ahí, que yo me vaya separando más y más de lo que es mi espontaneidad, mi sentimiento auténtico, mis necesidades profundas, que me sitúe más y más solamente en la idea, si esto se puede o no se puede, si esto es correcto o no es correcto.

Así, hago catálogos constantes de lo que está bien o mal “para mí, para mi argumento vital”, me paso la vida interpretando ese exterior, aquello me es útil o no me es útil, me sirve o no me sirve, me ayuda o me es perjudicial. Dejo de establecer el contacto interno, viviente y directo. Dejo de tener una sintonía con lo que está vivo dentro de la persona; dejo de percibir lo real y empiezo a confundir mi realidad profunda en tanto que ser humano con mi identidad simplemente porque "yo soy así". Pero: ¿quién soy?

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