LA ANSIEDAD:
“Una llamada al Maestro del En-Centramiento”
Cuando un/a paciente acude a mi consulta porque la ansiedad ha aparecido en su vida, buscando como remedio acabar con ella y/o evitarla porque le ha tambaleado y vuelto del revés, siempre le recuerdo que ésta no ha llegado por casualidad y que será una de las mejores maestras que se habrá encontrado a lo largo de su existencia.
La ansiedad es la respuesta a una amenaza muy común a nuestra sociedad de hoy. Está relacionada con el estrés, el esfuerzo excesivo, la preocupación permanente, el sufrimiento físico y psíquico, la prisa, la competitividad, las arritmias y los cambios vertiginosos (sin adaptación) que amenazan el equilibrio de muchas personas. El esfuerzo, que no la fuerza natural, y el empuje, que no la pulsación auténtica del ser humano en lo más profundo, están llevando a más de un 15% de la población mundial, a encontrarse en el camino con la angustia y la inquietud.
La tensión que se produce por esta arritmia vital que es la ansiedad, está dándonos de bruces con la conciencia inmediata del miedo a perder el centro y el equilibrio vital. La ansiedad como síntoma a nuestro sistema biológico de alarma es la respuesta a la tensión asociada a “equilibrar” aparentemente lo que no está en estado natural de equilibrio.
La ansiedad nos recuerda con sus sensaciones que la vida se cae, que hemos perdido el centro y que ya no podemos con todo lo que hasta ahora creíamos poder. La saturación de responsabilidades, la falta de sintonía con nuestros estados internos o con la vida misma, y la conexión con los propios recursos o habilidades para responder de manera consciente, cercana, espontanea y ética a lo que no se puede abarcar, hacen saltar la alarma.
Y lo que defendemos con tanto ahínco, como es la “estabilidad” es la quietud y la petrificación de una vida que deseamos perdure y nos mantenga lo más cómodos posibles. Pero la estabilidad es el equilibrio al que se llega como respuesta entre fuerzas contrarias, entre partes en conflicto y como resultado de un cambio natural en homeóstasis continua entre los recursos internos y los cambios externos.
Cuando se empuja lo que nos sucede o nos empeñamos en ser una respuesta condicionadamente cómoda a las exigencias que hemos elegido o que se nos impone respondemos a la vida que fluye:
“Una llamada al Maestro del En-Centramiento”
Cuando un/a paciente acude a mi consulta porque la ansiedad ha aparecido en su vida, buscando como remedio acabar con ella y/o evitarla porque le ha tambaleado y vuelto del revés, siempre le recuerdo que ésta no ha llegado por casualidad y que será una de las mejores maestras que se habrá encontrado a lo largo de su existencia.
La ansiedad es la respuesta a una amenaza muy común a nuestra sociedad de hoy. Está relacionada con el estrés, el esfuerzo excesivo, la preocupación permanente, el sufrimiento físico y psíquico, la prisa, la competitividad, las arritmias y los cambios vertiginosos (sin adaptación) que amenazan el equilibrio de muchas personas. El esfuerzo, que no la fuerza natural, y el empuje, que no la pulsación auténtica del ser humano en lo más profundo, están llevando a más de un 15% de la población mundial, a encontrarse en el camino con la angustia y la inquietud.
La tensión que se produce por esta arritmia vital que es la ansiedad, está dándonos de bruces con la conciencia inmediata del miedo a perder el centro y el equilibrio vital. La ansiedad como síntoma a nuestro sistema biológico de alarma es la respuesta a la tensión asociada a “equilibrar” aparentemente lo que no está en estado natural de equilibrio.
La ansiedad nos recuerda con sus sensaciones que la vida se cae, que hemos perdido el centro y que ya no podemos con todo lo que hasta ahora creíamos poder. La saturación de responsabilidades, la falta de sintonía con nuestros estados internos o con la vida misma, y la conexión con los propios recursos o habilidades para responder de manera consciente, cercana, espontanea y ética a lo que no se puede abarcar, hacen saltar la alarma.
Y lo que defendemos con tanto ahínco, como es la “estabilidad” es la quietud y la petrificación de una vida que deseamos perdure y nos mantenga lo más cómodos posibles. Pero la estabilidad es el equilibrio al que se llega como respuesta entre fuerzas contrarias, entre partes en conflicto y como resultado de un cambio natural en homeóstasis continua entre los recursos internos y los cambios externos.
Cuando se empuja lo que nos sucede o nos empeñamos en ser una respuesta condicionadamente cómoda a las exigencias que hemos elegido o que se nos impone respondemos a la vida que fluye:
-
1) buscando la perfección que no admite plasticidad, creatividad o
divergencias;
-
2) con la obligación de complacer a todos aunque no lo haga con placer o
satisfacción buscando no caer mal a los demás por miedo a que nos
abandonen sin darme cuenta que al primero que abandono es a mi mismo;
-
3) tenazmente agarrados a la estrella ficticia de “hacerse el fuerte” dando a
entender y convenciéndonos de que no necesitamos nada, dejando de
sentir y olvidando pedir ayuda;
-
4) y yendo arrítmicamente al propio ritmo como quien se deja arrastrar por
todos los hilos a quien cede su capacidad de decisión
El resultado de este es-fuerzo automatizado al que llamo SEGUNDA PIEL (que ya forma parte de nosotros, nuestra aparente identidad y a la que sentimos como natural y habituada “es que yo soy así”) y que no es fuerza o puje auténtico, espontaneo y natural sino tensión y exigencia, es el DESEQUILIBRIO que viene acompañado de sensación de caída, peligro o alarma.
La ansiedad está relacionada con algo angosto, estrecho y angustioso, al igual que con inquietud o sufrimiento. Con la presión excesiva y el empuje que se imponen vienen los peligros y con ellos la sensación de que se nos puede caer nuestra segunda piel y que no podemos dejar que ocurra. Más tensión.
En la sensación de fallar en el caso de la perfección, de vergüenza si mostramos nuestros sentimientos y necesidades que nos dejarán vulnerables en el caso del que va de fuerte, de miedo al abandono o el rechazo en quien no quiere caerle mal a nadie complaciendo y la desazón de quien va al ritmo de todos pero ha perdido su latencia, están el miedo a no saber quien somos si perdemos la segunda piel.
-
Por estas buenas razones, les digo a mis pacientes cuando llegan a consulta,
que aún sin creerlo las ansiedad les puede devolver al lugar de equilibrio que siempre
estuvo ahí, dentro y en contacto con lo de fuera. Comprendo con una tremenda
curiosidad y humildad el sufrimiento que traen, y se por propia experiencia, que la
ansiedad aparece con intención de quedarse y que no se irá así como así, en la
mayoría de los casos, hasta que no escuchen lo que tiene que decir, hasta que no
atiendan porque llegó y lo que trae, hasta que no aprendan el para que ha venido y
como se irá y, por último, hasta que no la acepte como sistema de alarma para la
verdadera autenticidad perdida y como vía de acceso al equilibrio natural o EN-
CENTRAMIENTO.
El centramiento al que estamos continuamente invitados a través del miedo nos recuerda que existen tres reglas fundamentales:
1. Todo miedo y toda ansiedad no tolera el sentido del humor, la alegría de vivir, odia lo gracioso y lo chistoso, pero encaja con agrado la serenidad, la protección y la seguridad
2. Los miedos son una señal de alarma ante los peligros, reales o imaginados aunque tienen mayor sentido en el primer caso. Al mismo tiempo, el sistema de alarma es sensible a la crítica y a lo grande que podamos hacerlos
3. Todo miedos nos ayuda a buscar como protegernos, cuidarnos y darnos la seguridad externa o interna que necesitamos. Los recursos en este aspecto son ilimitados
De Eduardo Galiano
-
Por estas buenas razones, les digo a mis pacientes cuando llegan a consulta,
que aún sin creerlo las ansiedad les puede devolver al lugar de equilibrio que siempre
estuvo ahí, dentro y en contacto con lo de fuera. Comprendo con una tremenda
curiosidad y humildad el sufrimiento que traen, y se por propia experiencia, que la
ansiedad aparece con intención de quedarse y que no se irá así como así, en la
mayoría de los casos, hasta que no escuchen lo que tiene que decir, hasta que no
atiendan porque llegó y lo que trae, hasta que no aprendan el para que ha venido y
como se irá y, por último, hasta que no la acepte como sistema de alarma para la
verdadera autenticidad perdida y como vía de acceso al equilibrio natural o EN-
CENTRAMIENTO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario