martes, 16 de julio de 2024

DIFERENCIARSE NO ES DISTANCIARSE

 

 

 

 

 

DIFERENCIARSE NO ES DISTANCIARSE

“La vida, parece una línea recta, pero no lo es. Construimos nuestras vidas en tan sólo un cinco por ciento, el resto se hace a través de los demás, porque vivimos con los demás y, a veces uno contra el otro. Pero este pequeño porcentaje, este cinco por ciento, es el resultado de la sinceridad con uno mismo” 

(Jose Saramago)

Nuestro viaje comenzó en el momento de nacer cuando carecíamos aún de límites y estando muy limitados. Aunque al nacer ya éramos un cuerpo diferenciado, nacimos sin el sentido desarrollado de esa separación. Tan vulnerable estábamos frente a la existencia, que nuestra vida dependía de alguien a quien acabábamos de conocer y un mundo al que acabamos de llegar.

Al principio, nuestra hambre de contacto físico (oxígeno, alimentos, descanso, …) y emocional (seguridad, protección, ...) eran los senderos de intercambio con nuestra madre y con el mundo.

Después, llegarían las palabras y la necesidad de reconocimiento de nuestra familia y en nuestros grupos de amigos. Pareciera como si la existencia ya nos mandara en el parto su primera paradoja, “nacer ya es empezar a diferenciarse sin dejar de estar conectado, perteneciendo, expandiendo tu ser en el mundo, ensanchando tu esencia más allá”.

La primera toma de conciencia, inherente al crecimiento, fue la de separación y fue la de conexión. Adiós y bienvenida. Todo por un finalidad inmanente: SER. ¿Cuándo? AQUÍ. ¿Dónde? AHORA. ¿Cómo? JUNTOS.

Ser nosotros mismos al mismo tiempo que permanecemos vinculados, perteneciendo a una familia, grupo, empresa, ... SER UNO MISMO SIENDO UNO MÁS.

La primera tarea fue experimentar y recibir cuidados, mientras que poco a poco íbamos reconociendo una piel personal, con identificación: “soy un ser separado de los demás y también lo son aquellos que me cuidan”.

Desde el mismo comienzo de la vida, quizás hayamos asociado el hecho de diferenciarnos o soltar vínculos, con la pérdida del poder, con el miedo a disolvernos en un mundo aparentemente dañino o a quedarnos solos. Pero cambiemos los términos, diferenciándose o ampliando/menguando nuestras pieles con las pieles de los otros y el mundo. Lo que estamos haciendo es desplegándonos o replegándonos continuamente.

El fracaso de este proceso explica de alguna manera las heridas de la piel. El por qué hoy en día nos agarramos tan ferozmente a las cosas, a la vida y a los demás. De una forma sutil, tendemos a confundir el agarre de la ideas con la obsesión, amar con atar, soltar con desaparecer o disolvernos.

A medida que crecemos aprendemos que la separación no es un abandono, que “diferenciarse no es distanciarse”, sino simplemente una condición del crecimiento humano, la única desde la que se puede crecer de manera sana o no tan sana. Una onda en movimiento de espiral hacia abajo o regresivo y hacia arriba o creciendo, hacia afuera en el ensanchamiento o hacia adentro en nuestros repliegues.

Estas aduanas o acontecimientos fronterizos los he llamado “pieles de la identidad”. Las que hacen posible que nos aproximemos a los demás pero manteniendo a salvo nuestra identidad personal en el proceso continuo de crecimiento.

Con el crecimiento del ser llega inherente la posibilidad genuina como humanos de la interdependencia, que implica la responsabilidad personal compartida y no el derecho único y exclusivo de ser cuidado unilateralmente o el de cuidar a los demás sólo para complacer y merecernos ser queridos.

De esta reciprocidad fluyen las ocasiones para un compartir sano donde renunciar a controlar al otro o lo otro para respetarle respetándonos. Aparecen capacidades como la sensibilidad y la vulnerabilidad.

Sin embargo, no siempre es fácil crecer viviendo. En ese espacio de encuentro también hay tensión, incomodidad y dolor en ocasiones. Las condiciones, la actitud y nuestras auto-traiciones también nos enseñan de nuestra incompletud. Por eso no somos iluminados, porque aún tenemos sombras.

Pero si sabemos, que ninguna relación puede prosperar cuando una de las partes ha abandonado lo esencial, su ser. Fluyendo hacia el otro desde si mismo y volviendo de nuevo al origen: UN SER FLUYENDO, CRECIENDO. Por condición humana. Estamos diseñados para crecer, evolucionar y adaptarnos.

Sabemos también que, el amor como pulsación profunda del proceso de entrar en contacto, por ejemplo, no es renunciar a las fronteras personales, porque eso significará abandonarnos a nosotros mismos. Añadiríamos más probabilidad de éxito a la hazaña del vivir si contempláramos amar y amarnos.

El amor ocurre cuando dos voluntades se abrazan, se saludan, se reconocen, se favorecen una a otra, y al mismo tiempo, se dejan marchar en libertad. Solo aquello que se diferencia y se descompone puede ser reintegrado, renovado y transformado. La trans-forma-acción adquiere la fisionomía de un ser humano que ama, camina y vive.

Con cada paso que damos dejamos atrás aquello que ya fue y damos la bienvenida a algo nuevo. Es una constante universal, sólo si, y solo si, el SER está creciendo, avanzando y ahondando.

¿Pero quién habita en esa persona que camina?. El espíritu aventurero. Radica precisamente en un ser que va al encuentro de lo que de venir. Ese es el alma del viajero. Saliendo de las fronteras conocidas, no para perderse en lo desconocido sino para ampliar el territorio ignorado y ahora en conquista.

Lo conquistado, se ve ahí en cada pliegue y cada cresta de las huellas dactilares de mi piel. En la que ahora forma parte de mi como testimonio. La piel que contiene el registro y el rostro de nuestros pasos más certeros, dudosos o equivocados. Es la cara de la aventura de vivir. Las arrugas que indican los senderos de lo que ya está hecho.

El rostro del aventurero lo sabe: diferenciarse no es distanciarse, sino permitir el espacio suficiente para que nuestra identidad crezca y se expanda. De esa manera, la ESENCIA como la semilla que se abre, se convierte en la PRESENCIA de una vida llena de pétalos (familia, trabajo, significado, búsqueda, …). Es el aroma de la flor al mundo, hecha para desplegar su singular fragancia .

lunes, 15 de julio de 2024

"CADA UNO DE NOSOTROS ES UNA MULTITUD"

 


“CADA UNO DE NOSOTROS ES UNA MULTITUD”

(Piero Ferrucci)

 

Me enseñaron que no se empieza un texto por un verbo. Pero el verbo es acción y sabrán entenderme...

AMAR lo que se dice AMAR puede ser QUERER al cuadrado, el de amar (querer) y el de la voluntad (querer)... ese gesto de entrega amorosa asociado al querer hacer.

QUERER siempre fue distinto a amar en esta sutileza, en que implica una decisión, una voluntad de practicar el amor contigo, conmigo y con la vida. Implica de alguna manera un amor con decisión, el QUERER (te quiero) QUERER (queriéndote voluntariamente y por decisión propia).

QUERER implica pasar del impulso o la reacción, al latido compartido. Porque QUERER implica asumir un compromiso donde ya no estás tú solo. Es como la prueba definitiva del talante de tu corazón.

Verbo, acción, QUERER POR PRINCIPIO de texto...

... estamos llamados a un momento de la existencia donde YA...

...NO BASTA con lanzar las campanas al vuelo gritando “yo sé AMAR”. Va más allá: implica respeto, amar amando y una mirada de cuidado para y por el otro.

En el QUERER mi mirada ya no es única, porque te veo o te empiezo a ver. Y algo diferente ocurre cuando me dejo ver y te veo...

...Y no bastará con AMARNOS, tendremos que decidir QUERERNOS para además QUERER implicarnos en una nueva HUMANIDAD desde un nuevo ser HUMANO.

Ya no bastará con ser CONSCIENTES del AMOR, habrá que QUERER PARIR una nueva humanidad. Y dolerá pero durará lo que dure tu parto. Y tras el dolor la TRANSFORMACIÓN.

lunes, 17 de junio de 2024

¿Qué son las INCURSIONES?

 




¿Qué son las INCURSIONES?

 ¡Qué cerca están las ansiadas vacaciones, los viajes y el descanso tan necesitado y esperado cada año!. Pero este texto, no va de eso. No va de viajar a ningún lado, sino de estar en la persona que vive en el cuerpo que se desplaza y que tanto reclama descanso.

Las INCURSIONES son EXCURSIONES ESTÁTICAS en la DINÁMICA. Es SER en el HACER. Son las ACCIONES y el EFECTO de ADENTRARSE. ¿Dónde? DENTRO, muy ADENTRO. Es el camino que siempre se nos OLVIDA y se nos PASA en cada PASO. Una búsqueda hacia el meollo de lo ESENCIAL de cada UNO.

En esa EXPEDICIÓN se encuentra y se logra, con paciencia, el SENTIDO de un simple SER y ESTAR, que como alfombra mágica, pisa en textura conocida, al mismo tiempo que VUELA hacia territorios desconocidos de UNO MISMO. Es la oportunidad de VIVIR lo que ACONTECE. El simple estar en lo que hacemos cada día.

INCURSIÓN es PENETRAR en la selva del SI MISMO despejando TARAjes y creando CAMINO. Un arduo RASTREO por las SOMBRAS y las LUCES en la EXPLORACIÓN consciente del CUERPO SENTIDO.

Se puede VIVIR como un TRABAJO PERSONAL (un deber universal), una TAREA IRREMEDIABLE (en el ponerse en contacto con el SER SIENDO porque no podemos huir del territorio de lo que pasa cada día a través de mi) y/o una AVENTURA curiosa y expectante (como un niño de excursión).

En definitiva, es el CAMINO hacia ADENTRO y desde el ADENTRO. Un trayecto de TRANSFORMACIÓN inusitado y poco transitado. El resultado de la búsqueda de un SUBJETIVO sin objetivo a la vista.

sábado, 18 de mayo de 2024

LOCURA

 

LOCURA




“La locura

Nunca tuvo maestro

Para los que vamos a abogar

Sin rumbo perpetuo“ 

(Enrique Bumbury)

 

La loca locura que todo lo cura que rompe censuras.

Locura loca que como hoja de coca augura ventura.

Cúrame de las envolturas del ego y su supuesta cordura.

Abre los espacios de esa atadura y el apego a la armadura.

 

La envoltura que como vestidura del personaje,

me desconecta de la esencial ternura.

Esa emoción de pureza, que hace rectas las curvaturas.

 

Suelta el ropaje y abre la hondura.

De esa espesura que ya no necesita de mi postura.

Personaje conocido y hecho de múltiples investiduras.

Que ya no se pueden sostener en mi nueva cordura

 

Partituras de una vida que suena,

a estrecha estructura segura.

Locura bendita, bendita locura, 

abre las hendiduras de una vida más madura.

 

Locura pon luz a la espesura,

desde la sombría vida oscura hasta una vida Pura.

Locura que cura, cura de la locura que todo lo cura

Ensancha mi hermosura y lléname de Ventura Futura.


José Luis Fernández Luján

jueves, 2 de mayo de 2024

A TODOS NOS PREOCUPA QUÉ DECIR PERO NO CÓMO ESCUCHAR



A TODOS NOS PREOCUPA QUÉ DECIR PERO NO CÓMO ESCUCHAR

 

“No podemos prosperar hasta el máximo de nosotros mismos, sin salir de nosotros, uniéndonos a los demás”

 

Pierre Theilard de Chardin (1955)




La importancia de la escucha en las relaciones ha sido relegada a un segundo plano en favor de lo que decimos, hablamos y emitimos. Es la escucha y la consciencia de ésta en el mismo proceso de comunicar la que es guía de comprensión y canal de encuentro entre los seres humanos que están inmersos en ella.

Esto se produce en el momento en que la escucha y la presencia de quien escucha fluyen libres y abiertas en los intercambios de la comunicación diaria. Siempre recordaré el efecto que tuvo para mi aquel dicho de que “Dios puso dos oídos y una boca, simplemente para que escuchemos el doble de lo que hablamos”.

Hoy todos quieren hablar y saber que decir, pero lo más importante a la hora de comunicar es saber y tener algo valioso que escuchar. La comunicación se basa en transmitir, revelar y participar activamente en lo que se comparte en los muchos diálogos del cotidiano.  

Pero siendo sincero, no siento que a la escucha se le esté dando la misma importancia y el mismo valor que al hablar. Creo que es necesario un aprendizaje específico y auténtico en esta dirección. Las personas aprendemos a escuchar cuando somos escuchados y cuando nos damos tiempo para percibir como lo hacen los demás.

Vivimos en una sociedad que da más valor a opinar, juzgar o hablar que a escuchar. Hay grandes oradores, conocidos por todos, pero ¿sabrías decirme a quién conoces como gran escuchador, por ejemplo, en los programas televisivos?. Vemos programas de televisión donde interrumpir constantemente, juzgar lo que los demás hacen, saber más de la vida del otro que ellos mismos, … son los valores del mejor periodismo.

La escucha entregada al servicio de comunicar es el ejercicio de ir renunciando al miedo, la vergüenza, la culpa, …repetitivas, para dejar salir el auténtico ser interior. Esta entrega provocada por la escucha auténtica va dejando desnudo y vulnerable a los participantes de la comunicación. Sentir esa vulnerabilidad acompañada con una calidad al ir y una presencia adecuada, es como sentirse envuelto en un halo de ternura, compasión, protección y empatía.

¿Realmente, damos la misma importancia a un oyente que a un orador?.

La escucha es una de esas formas de estar que nos ayuda a sintonizar con las frecuencias e intensidades del funcionamiento mental, emocional y energético de los demás. Así, el intercambio que produce comunicarnos es especialmente sensibles a la actitud de escucha.

El momento de la escucha puede ser un momento valioso cuando:

·        La actitud interna de la persona que escucha es de apertura, sin juicio y flexible. Así, siempre es más fácil la misma actitud del otro.

·       Está en disposición permanente de entrega sensible y receptiva. Es decir, quien escucha puede ser interpelado. Por eso está dispuesto a cambiar lo propio con lo ajeno si es necesario.

·        Quien escucha también se escucha, siendo congruente.

Si verdaderamente estamos interesados en escuchar, ¡¡hagámoslo!!. Valoremos el hecho que, de esa manera, el otro tenderá a escucharse y conocerse a sí mismo mientras habla de lo que le duele, de las heridas que en su vida hay o de lo que necesita de nosotros.

Para ello, la escucha real hay que hacerla estado y actitud auténtica. Eso no significa solo recibir información. Participar siempre es apropiado cuando no se necesita ser protagonista sino compañero de viaje. ¿Cómo podemos mostrar que estamos ahí, contigo y conmigo?:

-  Interés y curiosidad por conocer a la persona que habla: “estoy muy interesado, sigue contándome”, “tengo mucha curiosidad por saber más”, etc

-  Respeto y auténtica consideración por todo lo que la persona escuchada tenga que decir con sus palabras, en lo que piensa y en cómo se siente. El necesita el permiso de ser digno: “te entiendo. Entiendo cómo te sientes y lo que dices”, …

-  Confianza en su capacidad de conseguir lo que necesita: “sé que puedes conseguirlo”, “estás en el momento indicado para hacerlo”, …

-  Aprecio y valor a lo que dice, piensa y siente, por simple hecho de hacerlo: “es muy bueno que pienses y sientas lo que estas sintiendo”, “estás haciéndolo muy bien”, …

-  Mantener el contacto, sabiendo que la escucha se extiende también a la presencia. Por ello, deja que el mirar y el tacto también estén en esta escucha, siempre que el otro se sienta respetado.

En conclusión, para hacer que la comunicación sea un momento inolvidable es necesario e imprescindible crear una esfera de protección que acoja la vulnerabilidad que pueda aparecer de manera natural.

Para accionar eficazmente la escucha empática, quien escucha tiene antes de todo que adquirir la capacidad de ponerse, sentirse, pensar y ser el otro por momentos. Es salir de las fronteras conocidas y expandirse hacia el centro mismo del país que nos supone comprender las fronteras de otro ser humano. De esta manera, escuchar es como realizar un proceso de migración. Quien presta sus oídos y deja entrar a quien escucha penetra en sus vivencias y se instala en territorio desconocido.

Si, por el contrario, la actitud de quién escucha es caer en la tentación y arrogancia de haber entendido todo, tener prisa, pre-tensiones o jugar a adivinar al otro, el escuchado se verá, antes o después, destituido o abandonado. La incondicionalidad es la actitud central. Implica la tolerancia de las diferencias ajenas. Aceptar al otro como diferente sin sentirnos amenazados.

Para la escucha es necesaria una actividad interior de resonancia de los contenidos y de los significados propios y ajenos. La práctica me ha enseñado que para mantener a la escucha “fresca” he de practicar su infinita apertura como seña de identidad en mis relaciones o, aceptar al menos, que cuando dejo de escuchar, es porque estoy en mis construcciones mentales y en la vivencia de mis adentros.

Así la escucha será una dinámica de ida y vuelta, encentramiento-descentramiento. Si escuchamos de manera activa, atenta, paciente y somos capaces de solicitar aclaración cuando no entendemos algo; si pensamos en término de las necesidades del otro... podemos mejorar nuestros resultado y la eficacia para escuchar.

Es necesario en el acto de escuchar:

- Revisar continuamente los prejuicios y esquemas evaluativos que podamos tener en relación con los demás.

- Lentificar la escucha a expectativas o visiones apresuradas que asignamos a determinadas situaciones y actitudes ajenas.

Pero todo esto es fácil de decir y difícil de realizar. ¿Asumiremos el riesgo de salir de las fronteras del mi mismidad?, ¿nos abriremos a experimentar lo que nos sobrepasa cuando nos sentimos cambiados al escuchar con lo que no identificamos como nuestro? ¿o nos quedaremos tras nuestras fronteras conocidas?, ¿seremos capaces de practicar la generosidad y escuchar sin hacer juicio a cambio?, ¿permitiremos sobrecogernos y dejarnos sorprender por la vida de los demás?, ¿nos permitiremos descentrar y penetrar en los mundos de los otros para vivir la aventura de volvernos a encontrar, esta vez transformados en el nuestro?, … Cada uno encontrará sus respuestas. 

Estoy convencido de que el ser humano está destinado a integrar y desplegarse en el ejercicio continuo de descubrir que uno es más cuando sale de sí mismo. Es lícito entonces, poner especial énfasis en la necesidad de emprender un trayecto de regreso a la esencia misma del valor espiritual de la escucha. Es preciso aún más si cabe, tomarse un tiempo suficiente de vez en cuando para des-cubrir-la o des-cargar-la de ruidos (internos y externos), re-novarla o hacerla nueva en cada momento.

 

 

 JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ LUJÁN

lunes, 15 de abril de 2024

360 Grados para una Mirada Perdida

 



“Se dice que el paisaje es un estado del alma, que el paisaje de fuera lo vemos con los ojos de dentro” (Jose Saramago)

He visto en la tristeza pasajera, en la perenne desazón y en la adicción al sufrimiento, un mecanismo corporal fijado o bloqueado: La “mirada al ombligo”, la mirada del yoísmo. Siempre conectada a la punta de los zapatos, enterrada en el suelo, mirando siempre hacia abajo. Haciendo del mirar en horizontal o hacia arriba un gesto olvidado y desconocido.

Pero también he visto personas que levantaban la mirada, que en la vertical tan conseguida por el hombre, en ese proceso largo desde la hominización hacia la humanización, en su responsable gesto de ponerse de pie, miraban más allá de sí mismos.

Miraban al otro y por el otro. Incluso, miraban como si miraran todo a la vez o por primera vez. Buscaban vida en el horizonte, se encontraban con otras miradas y se dejaban ver. Algo cambió en ellos siempre. 

En ese gesto tan valiente y tan humano de ver al otro más allá de su yo y dejarse interpelar, crecieron y acrecentaron su mirada. Su conciencia cambió de perspectiva.

En ese acto de Fe, al vernos, el ego se arrojó y creció. Cuando el hombre alcanzó a ser hombre, a ver a los otros desde la vertical, algo cambió. Apareció un yo consciente del otro y de lo otro.

Por eso, cuando el niño aprende a andar ya no necesita que miren por él. Confía en lo que ve, en cómo se ve y, aunque no siempre, en quien mira.

He visto y seguiré viendo, que se nos dio la opción de mirar en 360 grados, como una esfera, de forma planetaria. Pero a veces nos empeñamos, en mirar solo nuestro ombligo o aquello que nos obsesiona sin apartar la mirada. 

El colapso regresivo. Solo veo mi problema y no su solución, vuelvo al pasado una y otra vez sin permitirme mirar más allá de lo que vi. No hay posibilidad de admirar y mirarme en el presente. Juego a ver un futuro al que aspiro, pero no respiro el presente. Me parece territorio desconocido y aburrido.

Cuando estos hábitos vienen a quedarse, llegamos a la conclusión de que el mundo no existe. Al hacer esto, nuestra existencia, lejos de la realidad, tampoco tiene sentido. Se colapsa en el punto negro de la soledad autoimpuesta o del futuro inalcanzable.

Los mismos argumentos (“por que siempre a mi”, “estoy solo”, “la culpa es mía”), las mismas lamentaciones, la misma adicción al sufrimiento. Y siempre lo mismo, las voces de los demás no me llegan y la vida se vuelve un eco y me siento hu-eco.

El "sentido de la vida” aparece cuando podemos cambiar el "sentido de nuestra mirada". Reorientar la mirada, moverla o mutar nuestros puntos de vista o el punto de mira. Podemos flexibilizar nuestras gafas y compartir nuestras máscaras. Pero sobre todo estamos capacitados para reconocernos.

Si la mirada no se mueve tampoco me moveré yo. Eso significará que habré perdido de vista la vida y, por tanto, la oportunidad de estar vivo en el vivir. Dejaré de verme. Me convertiré en el “ensayo de una ceguera” (José Saramago). Nada más lejos de una vida plena.

Contemplando 360 grados, al menos, tengo acceso a una infinita variedad de grados y posibilidades de verdad: Ver, Mirar y, más allá, ...Contemplar. 

Puedo entrever que hay que seguir viviendo nuevas experiencias. Puedo vislumbrar ...

... pero con la condición de practicar la mirada abierta, sin tensión. Esa que otea el presente fluyendo y participando de él. La mirada que ve todo lo que ocurre como un suceso único e irrepetible.

... la mirada que no agarra, que no juzga, categoriza o diferencia. Esa que, tiene su sitio. 

Pero, siempre hay un drama, se la ha convertido en dictadura de nuestras percepciones o ambiciones. Se le ha dado el lugar del sentido de los sentidos. Veo lo que saboreas, veo lo que tocas, ...

Al contrario, despojada de tensión o pre-tensión (la que generamos antes de que nada esté ocurriendo para generarla), cuando se la desnuda por naturaleza ante el presente y se la lleva de nuevo a una mirada original y nueva cada vez que miramos, la mirada blandita...

... solo entonces, es una mirada que origina y que acontece desde la presencia y con toda la conciencia. Se la instala en lo que sucede. Inmersa y presente. Sólo ahí y aquí, abierta.

... la mirada que ve la vida como un acontecer, que opta presenciar y adentrarse conscientemente en, desde adonde miramos. 

... Solo así, es una mirada que se deja ver y conmover por lo que ve. Siendo un espejo en el que se mira.

Me preocupa e intento trasmitir a los demás que con tanto que mirar y con tanto uso diario de la vista, se hace cada día más urgente una limpieza y un reseteo diario de este gesto y sentido tan saturado, tan empachado y cargado de los impactos de los excesivos estímulos.

Llena de peso o tensión y nominada a la dictadura de los demás sentidos. Tratada como el sentido de los sentidos, inmersa en lo que ve sin mirar desde la amplitud porque se la ha acostumbrado a la obsesión y la fijación.

¿Qué poco la hacemos descansar y que poco la devolvemos a su esencial mirar por mirar?.

¿Por qué no darse unos minutos para aflojar la mirada, soltarla de la tensión de los músculos traseros que la mueven, aflojar el contacto del ojo con un suave parpadeo sereno...?.

¿Qué te cuesta darle unos minutos y considerar el tremendo trabajo que hace a diario en cada uno de nosotros?

Es mejor que tensarla sin control para que...

Ya más que contemplar curiosa se haya vuelto una vigilante siempre al acecho. Tensa y escurridiza, dispersa o distante. Más que protagonista se ha vuelto egoísta.

Hoy camina perdida en la pequeñez. Ya no respira. Cada vez más desparramada por las distracciones de la vida. Lejos ya de un ser humano que no sabe a donde mirar para asombrarse, sorprenderse y maravillarse por la vida que se le ha dado y ha aceptado vivir.

Cansada de divagar vive ciega y sin alma. Ya no sabe ver por mucho que mira. A veces es ya solo envidiosa y no admira. 

No brilla y tampoco despierta conciencia porque simplemente no está encendida. Simplemente está pérdida, rendida y sin vida.