jueves, 15 de marzo de 2012

LA RESPONS-ABILIDAD DE ACARICIAR: "Mandatos, permiso, protección y potencia"

 5º TALLER DE CARICIAS: Lora del Río -Sevilla- (sede CC.OO), 24 de Marzo

      En 1974, Steiner escribe “Guiones en los que vivimos”, donde propone la “matriz del guión”. En ella se pueden ver los componentes del guión, de manera muy básica: mandatos, programas y contramandatos, junto a la construcción del “así soy yo” a través de las decisiones. El niño, crece en el sentido de la evolución, más o menos influenciado por las decisiones que adopta frente a los mandatos, programas y contamandatos, como un intercambio de caricias.

      El terapeuta tiene en las caricias robadas una guía indispensable para saber como el propio paciente se dirigide, por los propios valores asumidos y reconocidos en la infancia-adolescencia-adultez como parte de sus mandamientos para hacer, sentir, pensar o ser.  Estos valores, en muchos casos inamovibles, pueden ser descritos como creencias sobre mí, creencias sobre otros y creencias sobre la vida. Una vez asumidas como “verdades sin masticar”, las creencias influyen en como nos orientamos, es decir, a qué acontecimientos, internos y externos, prestamos atención, cómo los interpretamos y si reaccionaremos a ellos o no. A estas creencias, las podemos llamar, “gafas de ver”.

      Un tipo especial de gafas de ver son los mandatos: prohiciones que son consecuencia de los mensajes parentales, particularmente de los no verbales (lo que los padres hacen y no tanto lo que dicen). De acuerdo a su necesidad de sobrevivir y su dependencia a las personas adultas de su entorno, el niño, decide aceptar, rechazar o eludir esta manera de ser y actuar, fijándolos dentro de sí y experimentándolos como verdades incuestionables. Estos comportamientos de los padres se repiten una y otra vez, y cuando el niño decide actuar de esa forma recibe caricias por parte de la familia por ser así. Sin embargo, en la mayoría de los casos los padres no son conscientes de que están reproduciendo estos comportamientos, quedando fuera de su alcance a la consciencia.

      Como terapeuta estoy sumamente interesado en las creencias y decisiones que el niño, el adulto desde su niño interior toma, de una forma más emocional y mítica que lógica, cuando es incapaz de generar respuestas o soluciones, o cuando las condiciones de las respuestas se sitúan en la posibilidad de la pérdida de amor, dolor físico o desaprobación. Se sabe que el niño en estas condiciones decide “mejor no atender o satisfacer sus necesidades”, “para que no me peguen haré como que no estoy aquí, me desconecto”, “para pertenecer a esta familia hay que dejar de llorar, de estar enfadado, … de pensar sobre política, de actuar de este modo, …”, etc. Mandatos y decisiones se unen entonces a una respuesta y una creencia de si, de los demás y del mundo en forma de cómo hemos de ser, a modo de orientación. “Cada niño toma decisiones en respuesta a mandatos reales o imaginados, y por tanto, se guiona a sí mismo” (R. y M. Goulding).

      La libertad de acción queda pues impedida cada vez que nos identificamos con algunos de estos mandatos, con el sufrimiento que evitamos sentir, con el problema o con el ardiente deseo de caricias. Decidimos de manera más o menos consciente quedar sometidos a un impulso ciego que nos dirige, con la esperanza de ser queridos y nos quedamos convertidos en títeres con con-sentimiento con la esperanza final de sobrevivir con tan sólo unas pocas caricias.

      Sin embargo he de aclarar algo antes de seguir: aquello que aprendimos en la infancia, o que aprendemos desde nuestro adulto desde el niño asustado en la actualidad, sin control de nuestra capacidad, lo podemos cambiar desde nuestra posibilidad de volver a conectar con nuestra fuerza y nuestras capacidades de nuevo. Los padres, la sociedad y la cultura no son culpables de que sus hijas e hijos sean de una determinada manera, simplemente porque ellos pueden decidir con mayor libertad a medida que crecen. Sin embargo, si tienen la responsabilidad compartida.

      Los mandatos (verdaderamente caricias condicionantes y condicionadas) le llegan al niño de diferentes formas. La mayoría de las veces no explicitadas, desde mensajes no verbales, en forma de guías ante la vida. Eric Berne, para quien el yo se encuentra compuesto de tres estados (el Padre, el Adulto y el Niño interior), dice que estos mandatos de nuestra educación perduran en nosotros, dentro de nuestro Padre interno, perro de arriba en la Terapia Gestalt de Fritz Perls, (la introyección de las figuras materna y paterna) y que, de alguna manera, actuamos, sentimos y pensamos desde allí frente a determinadas situaciones.

      Estos mandatos son: no seas, no existas, no seas lo que eres, no te acerques demasiado, no confíes, no pertenezcas, no te relaciones, no sientas, no crezcas, no pienses, no seas un niño, no lo hagas bien, no estés bien (enferma) y no seas importante, entre otros.

1 comentario:

  1. Muy interesante, por eso el "darse cuenta" es clave, darse cuenta de los mandatos que a veces los proyectamos en las leyes sociales y nos adherimos a ellas como si fueran la verdadera esencia de la vida cuando en realidad lo más maravilloso está en nuestro actuar espontáneo.

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