Al igual que las
caricias van pasando de unas necesidades básicas de supervivencia, es
decir, de un contacto fundamental, elemental, primordial y sencillo de
intercambio de caricias más corporales y emocionales, a un contacto cada
vez más sofisticado basado en las necesidades de pertenencia a un grupo
y reconocimiento por parte de los padres y entorno del niño que se da a
través de signos de aprobación y fundamentalmente a través de las
palabras y reconocimientos verbales, sucede en la experiencia del
lenguaje y en su órgano primordial, la lengua.
Hoy por hoy ya no es un debate sino una realidad experimentada que la lengua es la llave perdida en esta búsqueda. En sí mismo, ya no me parece una cuestión filosófica ni nada por el estilo, sino una experiencia que cuando te encuentra ya es suficiente regalo. La lengua es el puente entre la consciencia y un cuerpo que se mueve, el puente entre el hombre y su medio y una verdadera puerta de comunicación entre el mundo interno y externo. La “lengua despierta” desde su apertura abre el camino de la conciencia profunda de la energía del cuerpo y de éste como una fuerza que puja por expresarse en el mundo.
Hoy por hoy ya no es un debate sino una realidad experimentada que la lengua es la llave perdida en esta búsqueda. En sí mismo, ya no me parece una cuestión filosófica ni nada por el estilo, sino una experiencia que cuando te encuentra ya es suficiente regalo. La lengua es el puente entre la consciencia y un cuerpo que se mueve, el puente entre el hombre y su medio y una verdadera puerta de comunicación entre el mundo interno y externo. La “lengua despierta” desde su apertura abre el camino de la conciencia profunda de la energía del cuerpo y de éste como una fuerza que puja por expresarse en el mundo.
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